Rodrigo Díaz M.
El viernes pasado, Sam Altman, una de las estrellas más brillantes de la novedosa industria de la inteligencia artificial (IA), un hombre que para muchos se había convertido en el portavoz de la IA, fue súbitamente despedido OpenAI, una empresa que cofundó.
Sí, la inteligencia artificial ha estado presente en nuestras vidas desde hace siglos: se encarga de nuestras redes sociales, nos recomienda películas en plataformas de streaming de vídeo o calcula nuestras primas de seguros.
Pero hasta la llegada del chatbot de inteligencia artificial ChatGPT, la mayoría de la gente nunca había hablado con él ni le había contestado.
La inteligencia artificial es una tecnología increíblemente poderosa. Parece el argumento de una mala película, pero muchos expertos afirman seriamente que podría salvar el mundo o destruirlo.
Es mucho lo que está en juego, y Altman es una de las pocas personas que tienen el futuro en sus manos.
Su despido de OpenAI, la empresa responsable del bot ChatGPT, fue tan repentino como dramático. Es justo decir que mi teléfono estalló cuando saltó la noticia, mientras la comunidad tecnológica y los periodistas se apresuraban a encontrarle sentido.
En un comunicado, su junta directiva dijo que creía que no había sido “coherentemente sincero en las comunicaciones” con ellos, y como resultado habían “perdido la confianza” en su liderazgo.
Leyendo entre líneas, esto sugiere que había algo que les había dicho o que no les había dicho, y que de alguna manera le habían pillado. La formulación es tan contundente que casi parece personal.
En las empresas tecnológicas no es extraño que una cultura de trabajo tóxica provoque la caída del jefe, pero en el caso de OpenAI no ha habido quejas al respecto.
En octubre se fijó su valoración en 80 billones de dólares, por lo que no parece haber problemas de liquidez.
¿Hay algún problema con la tecnología en sí? Hace unos días, el Sr. Altman escribió que ChatGPT tenía dificultades para satisfacer un “aumento de la demanda” y que había tenido que interrumpir las inscripciones para su servicio de suscripción de primer nivel. Pero, ¿es eso suficiente para enfrentarse al despido?
Otro cofundador Greg Brockman, que fue despedido de la junta unos minutos después que Altman, dijo que ambos estaban sorprendidos por lo repentino que había sido.
Sólo había seis personas en ese consejo, incluidos el Brockman y Altman. Si fueron sorprendidos, significa que la decisión fue tomada por sólo cuatro. ¿Qué ocurrió para que este pequeño grupo actuara con tanta decisión y rapidez?
Altman, antiguo director general de OpenAI, se había dirigido a líderes mundiales para hablar de los riesgos y beneficios de la potente tecnología de la que era pionero.
Dijo que la IA era “una herramienta y no una criatura” y parecía sincero sobre su temor a que algún día pudiera quedar fuera de control.
Hasta ahora, los grandes de Silicon Valley han apoyado a Altman, como el ex consejero delegado de Google Eric Schmidt, que lo describió como “uno de mis héroes”.
Microsoft anunció el lunes la contracción de Altman como nuevo gerente de investigación de IA. Altman ha declarado que, desde su nuevo puesto de trabajo en Microsoft, investigará a profundidad las razones de su despido.