Rodrigo Díaz M.
Ante las consecuencias que ya se están empezando a experimentar luego de la aplicación de los aranceles estadounidenses, las instituciones literarias de Canadá dicen que quieren mantenerse alejadas de la guerra comercial.
Específicamente, las grandes y pequeñas librerías, las bibliotecas y las editoriales habían pedido que los libros queden fuera de la lista de artículos fabricados en Estados Unidos sujetos a aranceles por parte del gobierno canadiense.
La mayoría de los libros que se venden en Canadá son importados, por lo que los aranceles tendrían un efecto significativo en una industria en la que los márgenes ya son escasos.
Actualmente, los libros canadienses y otros bienes clasificados como “culturales” no están sujetos a los aranceles estadounidenses, pero esto podría cambiar si Canadá impone su propio arancel a las importaciones de libros.
En una carta conjunta al primer ministro Mark Carney de la Asociación Canadiense de Libreros Independientes se afirma que los efectos que podrían causar estos aranceles en la industria de las editoriales serían “devastadores”.
De aplicarse, un arancel del 25% sobre la industria literaria costaría colectivamente millones de dólares a las bibliotecas canadienses y representaría, como mínimo, una reducción del 10% de unos presupuestos que ya están bajo presión debido a la actual situación económica.
En la carta se explica que los libreros canadienses estarían en una situación de desventaja única debido a los aranceles, debido a que competidores estadounidenses, como Amazon, eludirían dichos aranceles aprovechando su red de distribución en Norteamérica y sus capacidades de impresión bajo demanda.
Por su parte, el Consejo Canadiense de Bibliotecas Urbanas también pidió al gobierno que eximiera a los libros de los aranceles.