Por Raúl A. Pinto
Quiero comenzar este comentario hablando de lo importante que es tener a genios del cine que continúen haciendo películas en su vejez. Para ilustrar mi humilde teoría, situemos a Martin Scorsese al lado de grandes directores en las cintas que realizaron al final de sus carreras: David Lean con “Pasaje a la India”, King Vidor con “La Guerra y la Paz”, Cecil B. Demille con “Los Diez Mandamientos”, Ingmar Bergman con “Fanny y Alexander” (Y “Saraband”, treinta años más tarde), y John Huston con “El Honor de los Prizzi” y “Los Muertos”, entre otros*. Necesitamos con urgencia la mirada de los veteranos, y nos hace bien ver lo que hacen. Y que el maestro Scorsese siga haciendo cine.
En su última epopeya, “Killers of the Flower Moon”, el director, muy acertadamente para nuestros tiempos, se sumerge en un capítulo desgarrador de la narrativa histórica estadounidense. La historia está adaptada del libro de no ficción de David Grann Los asesinos de la luna de las flores: crímenes en la nación Osage y el nacimiento del FBI, y tiene como contexto la explosión de riqueza de la Nación Indigena Osage en EEUU tras el descubrimiento de petróleo en el área en los años 20s y la lucha feroz por el control de todo.
Con el brillante estilo wellesliano que Scorsese ha llevado a nuevas rutas a lo largo de su brillante trayectoria, la historia comienza en formato documental, insertándonos en ciertos detalles que luego veremos expandidos: estamos en Fairfax, Oklahoma, en tiempos donde los Osage se han vuelto increíblemente ricos y viven los roaring twenties con el mismo desenfreno que Scott Fitzgerald describió en la comunidad blanco-estadounidense de la época.
Cuando el malogrado Ernest Burkhart (Leonardo DiCaprio) llega como veterano de guerra a trabajar con su tío, el terrible William Hale (Robert de Niro), prácticamente funciona de monigote en todo lo que su rico pariente le dice, incluyendo el casarse con la inteligente Mollie (Lily Gladstone) por el interés de hacer conexiones con su familia indígena, dueña de tierras y recursos. De Niro entrega un rol enorme, con su villano más interesante desde el Max Cady de “Cabo de Miedo”, y con ciertos guiños que recuerdan la grandilocuencia del Noah Cross de “Chinatown”. DiCaprio hace un muy buen trabajo también, despojándose, finalmente, de cualquier sesgo de galán de cine, en un personaje con dudas morales que no parecieran ser profundas, pero que lo persiguen hasta hacerse inescapables y tormentosos. Lily Gladstone aprovecha cada oportunidad para cautivar con su interpretación de la determinada y sabia Mollie, robando miradas en cada una de sus apariciones, incluso cuando no tiene líneas de dialogo.
Aunque uno quisiera una mejor perspectiva indígena sobre la historia, “Killers of the Flower Moon” al menos trasciende la narrativa tradicional de gángsters, tejiendo una obra de arte de corrupción y violencia contra un telón de fondo de desigualdad social. Scorsese, y su guionista Eric Roth (escritor de “Dune”, “Forrest Gump”, “The Insider” y mi favorita de él, “Crimen en el Campo de Cebollas”) centran la trama en Mollie y Ernest, recordando las novelas y adaptaciones al cine de Edna Ferber, humanizando la tragedia hasta donde se puede, mientras la corrupción y el aumento de la riqueza y el genocidio a manos de Hale se sucede sin contratiempos. La llegada de un investigador del FBI (Jesse Plemons, nominado seguro a todo lo que venga), pondrá las cosas patas arriba. No siempre para mejor.
Cuando buenas series como “Yellowstone” o “Tulsa King” están logando muy buenas audiencias en la televisión, el maestro Scorsese, de la mano de un gran elenco que además incluye a John Lithgow, Tantoo Cardinal y Brendan Fraser, la fotografía de Rodrigo Prieto, la edición de Thelma Schoonmaker y la música de Robbie Robertson, nos traen la historia sobre la horrible represión hacía el pueblo indígena en Estados Unidos que la gente necesita ver. Disponible en salas.
Mirando con todo el respeto posible a un mundo tan complejo como la lucha libre mexicana, y recordándonos de alguna manera lo que significa la palabra “alegría” y “gozo” lejos de la era digital, nos llega “Cassandro”, una celebración dirigida por Roger Ross Williams y protagonizada por Gael García Bernal, en lo que probablemente sea el papel de su vida.
El film es un biopic, es decir, la historia real de Saúl Armendáriz, participante de la lucha libre mexicana de la categoría “exótico”. Estos interesantes personajes usan vestuarios exuberantes y vistosos, además de una actitud coqueta y femenina. Una especie de “drag queen” de la lucha libre masculina en México. Destinados por mucho tiempo a ser parte del espectáculo, la visión de ellos como objetos de comedia o burla es cambiada completamente cuando Saúl, quien inicialmente lucha bajo la personalidad de El Topo, decide competir y ganar torneos usando su personalidad verdadera. El ahora autodenominado Cassando luchará por encontrar su lugar en un mundo impregnado de machismo, en una búsqueda de autodescubrimiento y aceptación.
“Cassandro”, como decía, es una celebración a la resiliencia humana. El luchador tiene muy pocas dudas de quien es como persona, y la única duda presentada es si es posible convertirse en lo que quiere ser en un ambiente al que ama desde niño, y del cual no quiere exiliarse.
Gael García Bernal, un actorazo al que todos conocemos, ilumina la cinta completa en cada encuadre, con una muestra respetuosa, un homenaje, a la realización personal que cualquier ser humano puede alcanzar en cualquier ámbito de la vida. De forma genuina, y con el oficio que lleva en sus hombros desde su niñez, ahora es el tiempo de consagrar su talento como intérprete. Los secundarios también están muy bien armados (excelente dirección de actores por parte de Ross Williams), incluyendo a Roberta Colindrez, Raúl Castillo y el cantante Bad Bunny, quien no parece aportar mucho más que su fama a la cinta.
“Cassandro” es una pequeña joyita del cine de este año, con secuencias de lucha bastante entretenidas, y cuyos clichés no molestan en nada. Aunque en general las cintas de habla no-inglesa tiene pocas posibilidades de entrar en la temporada de premios, al menos esperemos ver a Gael Garcia Bernal logrando la esquiva nominación al Oscar que merece. Disponible en Prime Video Canada.
A veces se nos olvida a nosotros, los comentaristas de cine, que cuando llega octubre la industria de Hollywood nos tapiza con películas de terror, algunas de ellas de dudosa calidad. Este es el caso, desafortunadamente, de “The Exorcist Believer”, secuela directa del clásico del horror dirigido por William Friedkin en 1973. En todo caso, la historia se ve interesante al principio, y al menos intentando preservar el legado espeluznante de la posesión demoníaca que Friedkin tan bien retratara en su tiempo.
La cinta se centra en Victor Fielding (Leslie Odom Jr.), un padre devastado cuando su vida da un giro oscuro tras la pérdida de su esposa, Sorenne, en un catastrófico terremoto en Haití. Forzado a tomar una decisión entre su esposa y su hijo no nacido, la elección de Victor establecerá el escenario para una narrativa que abarca trece años, marcada por las cicatrices profundas dejadas por la tragedia.
Luego del tiempo señalado encontramos a Victor a cargo de su hija, Angela (Lidya Jewett), pero sintiéndose sólo y sin fe. Las cosas se ponen peores cuando Angela, junto a su amiga Katherine (Olivia O’Neill), se aventuran en el bosque para contactar a la difunta madre de la chica. La subsiguiente desaparición de ambas desencadena una frenética búsqueda de tres días y, cuando son encontradas aparentemente ilesas, pero traumatizadas, con quemaduras misteriosas en los pies, se marca el comienzo de un descenso hacia el caos sobrenatural para toda la familia.
The Exorcist: Believer trata de entrelazar elementos de la trama original con un giro narrativo fresco, y a pesar de hacer lo posible por honrar a su predecesora y forjar un camino propio se pierde muy al principio de todo. El talentoso elenco, liderado por Odom Jr., también cuenta con rostros familiares de la franquicia, destacando a la entonces nominada (y posteriormente ganadora) del Oscar, Ellen Burstyn, retomando su papel como Chris MacNeil, la madre de la icónica Regan de “El Exorcista” original. La presencia de Burstyn sí añade, hay que decirlo, un toque nostálgico, pero no logra ser suficiente para sostener lo tedioso que puede llegar a ser..
El director David Gordon Green, ya criticado por las recientes secuelas de “Halloween” navega el terreno del horror con algo de destreza, empleando insinuaciones atmosféricas y efectos prácticos para crear un ambiente inquietante. Sin mucho resultado.
La cinta se queda corta al abrazar completamente la ambigüedad y profundidad filosófica que hicieron del Exorcista original una obra maestra cinematográfica. El intento de incorporar perspectivas religiosas diversas añade una capa intrigante, pero olvida que la original no era sobre religión ni fe, sino sobre confianza en uno mismo; la resolución ofrece respuestas algo simplistas a profundas preguntas sobre la fe y el mal como si fueran una mera anécdota.
En el ámbito de las secuelas de “El Exorcista, “Creyente” encuentra su lugar como una entrada que camina por la cuerda floja entre el homenaje y la innovación, demostrando que una secuela de legado puede ofrecer escalofríos al tiempo que respeta la esencia escalofriante de su predecesora icónica. Eso sí, repito, si va a tener un lugar cercano a la original, ésta no llegaría ni siquiera al top 10. Disponible en salas.