Toronto perdió a dos grandes profesionales de los medios de comunicación masiva de la comunidad hispano / latina
La comunidad de origen latinoamericana en Canadá está de luto. Entre sus miles de víctimas, la pandemia del COVID-19 se llevó a dos de sus grandes representantes en los medios de comunicación: los canadienses Néstor Hernández-Marroquín, de origen guatemalteco, y Arturo Gutiérrez, de origen salvadoreño.
Por Oscar Vigil
TORONTO. Para todos aquellos amantes de las teorías conspirativas que aun creen que el COVID-19 es nada más un invento de los gobiernos y de las grandes corporaciones, y que realmente no existe, déjenme decirles que cuando la muerte toca a sus puertas es cuando se acaban esas teorías sin fundamento.
Y la pandemia ha tocado a las puertas de la comunidad con insistencia durante los últimos tres meses, atacando sobre todo a personas de la tercera edad y a aquellos con padecimientos médicos. Pero también ha afectado a personas jóvenes, dinámicas y saludables, sin importar nacionalidad, religión, raza, sexo o afiliación política.
Dos de las personas más conocidas en nuestra comunidad que han perecido a causa de este terrible virus son los comunicadores sociales Néstor Hernández-Marroquín y Arturo Gutiérrez. Néstor falleció en New Jersey, Estados Unidos, el miércoles 13 de mayo, y Arturo Gutiérrez en Toronto 14 días después, el 27 de mayo.
Néstor Hernández-Marroquín tenía 56 años al momento de su fallecimiento, y en esta crisis pandémica realizaba actividades humanitarias en la ciudad donde recientemente se había ido a vivir. Ayudaba a repartir alimentos, transportaba enfermos a los hospitales, estaba, como siempre, listo para echarle una mano a quien lo necesitara. Así fue toda su vida y así fueron también sus últimos días.
Humilde, sencillo, buena gente, nunca tuvo afán por los protagonismos, salvo que estos fueran con su nombre como escritor de alguna historia en los medios de comunicación. Porque su pasión siempre fue el periodismo, y en los últimos años trabajó en este periódico, El Centro News, y como corresponsal en Toronto de la Major League Soccer (MLS), escribiendo sobre otra de sus pasiones: el fútbol. Anteriormente había trabajado también en Diario El Popular y luego en el periódico Correo Canadiense.
Originario de Guatemala, sobrevivió a los militares, a las guerrillas y a los temibles escuadrones de la muerte en la década de los años 80. Fue reportero del periódico Prensa Libre, de Guatemala, y llegó como exiliado político a Canadá en la década de 1990. Le tocó ejercer el periodismo en su país de origen cuando hacerlo era todo un riesgo, y por ello tuvo que abandonar su tierra querida.
Yo lo conocí en enero del 2002, cuando recién llegaba a Canadá y El Correo Canadiense había abierto una plaza como reportero. Néstor era un periodista acucioso con una memoria envidiable. Recordaba nombres, fechas, eventos y líos de la comunidad como quien recuerda su nombre.
Llegamos a ser muy buenos amigos, con muchas diferencias, pero con un cariño genuino entre nosotros que nos permitió seguir en contacto a pesar de las distancias, sobre todo después de que murió su esposa Elizabeth hace exactamente cinco años.
Ya una vez instalado en New Jersey, en los Estados Unidos, después de haberse casado nuevamente y haber vivido por un tiempo en su natal Guatemala, en septiembre del año pasado Néstor vino a Toronto y quedamos de vernos. Para no variar, escogió un bar de mala muerte que quedaba justo a la salida de la estación de subway de Glencairn, y en el cual él decía que vendían “las alitas de pollo más ricas del mundo”.
A escasos minutos de la hora fijada me dijo que estaba atrasado y que moviéramos la cita para otro día. Pero pasó una semana, un mes, varios meses y nunca la coordinamos de nuevo.
A Arturo Gutiérrez lo conocí también en enero del 2002, en la radio Ondas Hispanas Canal 2, donde tenía un programa de radio que, si mi memoria no me falla, se llamaba “Aquí Centroamérica”. Arturo y mi esposa, quien antes de venir a Canadá daba clases de producción de radio en la universidad jesuita UCA, y que trabajaba también como reportera de la radio YSUCA, se entendieron perfectamente y trabajaron juntos hasta que Arturo se deshizo del programa por falta de tiempo.
Recuerdo que fue él quien nos ayudó a trasladarnos al primer apartamento que rentamos en Toronto recién llegamos, ¡y que todas nuestras pertenencias cupieron en su van! Arturo era una gran persona, honesta, servicial, confiable, pero sobre todo también un gran profesional de la radiodifusión que se destacó durante toda su vida por su potente voz y por su pasión por lo que hacía.
Muchos años después, junto con mi buen amigo Freddy Velez, producimos un CD de cuentos de navidad en español que quedó con una calidad lírica y técnica impecable, porque en la vida profesional de Arturo Gutiérrez, la mediocridad no tenía espacio.
Llegó a Canadá a principios de la década de los 90 también como refugiado político luego de trabajar en radio y en televisión en su natal El Salvador y de recibir amenazas a muerte. Sus amigos allá aun lo recuerdan, pues algunos de ellos me escribieron recientemente para preguntarme si era cierto lo de su fallecimiento.
Cristiano convencido, y mas importante, practicante de verdad, Arturo Gutiérrez dejó una huella imborrable en la comunidad hispano-canadiense, una huella que por suerte muchos otros profesionales de la radio están tratando de seguir desde hace ya varias décadas.
La última vez que conversamos fue en septiembre del año pasado, ya que él iba a ser una de las voces principales del “Latin Parade and Fall Fiesta” que estábamos organizando con el HCHC para inaugurar el Mes de la Herencia Hispana 2019. Lamentablemente algunos problemas de salud en su familia se atravesaron en el camino y quedamos en trabajar juntos este año.