Por Raúl A. Pinto
El director Dean Fleischer Camp, mejor conocido por convertir a un molusco con ojos enormes en un héroe existencial en “Marcel the Shell with Shoes On” (la serie de YouTube primero, y la magnífica película después), trae su toque emocional idiosincrático al estreno de la semana, “Lilo & Stitch”, remake en carne y hueso/CGI del clásico de culto animado de Disney de 2002. Y sí, al igual que en “Marcel…”, Fleischer Camp extrae pequeñas gemas en las cosas mínimas y las bizarras, que en este caso es una amenaza azul genéticamente modificada llamada Stitch, que se estrella en la isla hawaiana de Kaua‘i y aprende el verdadero significado de ‘ohana’.

Ayuda mucho que la debutante de seis años de edad, Maia Kealoha, en el papel de la excéntrica Lilo, no solo sea el ancla de la película, sino además su alma. Hay algo tan natural y desarmador en su papel, que inmediatamente destaca por sobre los sobreactuados personajes que Disney pareciera buscar en sus actores pequeños. La Lilo de Kealoha no es solo precoz y traviesa como en la película original, sino también compleja, terca y claramente herida por las pérdidas sufridas, de forma perfecta, recordándonos el legendario rol de Quvenzhané Wallis en “Beasts of the Southern Wild”, fresco y auténtico. La relación de Lilo con el peculiar Stitch (con la voz original de Chris Sanders, el creador y director original de la cinta animada) termina resaltando no a través de jugueteos, sino mediante lo que pareciera ser una genuina relación nacida de la curiosidad primero, y la soledad compartida, después. Esa conexión, que se intuía en la primera cinta, termina moviendo el remake por encima de todo lo demás.

Como era de esperarse la estética híbrida entre acción real y CGI funciona muy bien de la mano del director, especialmente tras su experiencia con Marcel. Stitch se ve casi real, sí, pero el poder de la cinta está en su trama, y a nadie parece importarle que el alienígena está generado por computadores, como sí ocurrió con los enanos de la reciente: “Blanca Nieves”. Otro de los cambios más importantes, es darle menos prominencia a los extraterrestres que quieren a Stitch (a cargo de unos divertidísimos Billy Magnussen y Zach Galifianakis) por sobre los agentes terrícolas que no le quitan el ojo a Lilo y Nani.
La segunda mitad de la película pareciera querer atar cabos sueltos más que dejar que la historia fluya, pero de todas formas la ejecución y la nostalgia hacen que no sea un problema grave. No es una obra maestra, pero da gusto verla.

Si se puede decir así, esta es una versión más tierna que la Lilo & Stitch original, enfocada más en emociones que todo lo demás. Los más puristas levantarán más de una ceja, pero los niños, y los que saben diferenciar entre una y otra cinta sin perder la vida ni el alma, apreciarán este pequeño cuento, silencioso, sincero, pero adorable. Disponible en salas.

Por más cursi y comercial que suene, debo reconocer que caí redondito: porque para mí “Mission: Impossible, The Final Reckoning” no es solo una película en una franquicia que parecía desgastada. Sorprendentemente, esta es una despedida digna, un “canto del cisne”, si así se prefiere, siempre que el cisne cante a toda velocidad y recorra el mundo desafiando las leyes de la física. El parcito a cargo del director Christopher McQuarrie, y quien ha sido musa de muchos directores, Tom Cruise, parecen no querer parar, mientras existan aviones de los cuales saltar y correrías a las que seguir cuando se ponen los pies en la tierra.

Más o menos retomando la trama enrevesada de “Dead Reckoning Part One”, que no funcionó muy bien, la película se lanza sin mucho preámbulo a una trama con submarinos, cuentas regresivas nucleares y, era que no, una inteligencia artificial villana llamada “la Entidad”, que es básicamente como el ChatGPT de Facebook pero a cargo de armas de alto alcance y peligro. Todos, los que están en la pantalla como los que la estamos viendo, sabemos que la fórmula ya vieja. Pero, no pregunten porqué, ahí estábamos chiflando y gritando de emoción ante el FMI avanzando en distintas estaciones. Hay un McGuffin, un final que se promete distópico para el planeta si no se detiene, y nos vemos en la próxima. Digo yo.

McQuarrie sabe dirigir y escribir con la misma inteligencia que hace 30 años atrás, cuando escribió “Los Sospechosos de Siempre”, usando lo que tiene a la mano (historia simple, visuales impresionantes, Tom Cruise dispuesto a todo), para coreografiar una obra maestra que, repito, pareciera no querer terminar, pero al mismo tiempo hace guiños constantes a que esto sería todo.
¿Sabe una cosa? Vaya a verla. Sí por séptima vez. La misma historia. Que quiere que le diga, es una buena película. Disponible en salas.

Es una verdad universalmente aceptada que una buena cinta sobre Jane Austen, en posesión de una buena historia dedicada a su autora, dirigida y escrita por una mujer, va a funcionar muy bien. Y esta gema de película francesa, “Jane Austen Wrecked My Life”, lo prueba. Si alguna vez has intentado escribir una novela (o cuentos de niños, o poemas, o cuentos cortos… no me juzguen), cargando con el peso del legado de una autora de talla mundial, como Jane Austen, esta cinta le parecerá algo familiar a su vida.

Con extensa experiencia como guionista, la directora Laura Piani debuta con todo, homenajeando a las almas rotas, sensibles y un pelito narcisista que nos sentamos en las librerías a mirar títulos y a mirar cómo nos miran otras personas, pensando que el amor verdadero anda por ahí, entremedio de páginas con olor a nuevo.
En la cinta, presentada en TIFF 2024, la encantadora Camille Rutherford interpreta a Agathe, la dueña de una librería parisina a la espera de terminar su libro, dar amor y entrar en duelo por sus padres muertos de una vez. Será su mejor amigo, Félix, quien en secreto la inscribe en una residencia literaria dedicada a Jane Austen en Inglaterra, y la empuja a enfrentarse a sus miedos, su duelo y su bloqueo creativo.

Y aunque el conocer a Oliver transforma la existencia de Aghate en uno de los triángulos amoroso dignos del manual Austen, Piani nunca deja que la película se sienta como una imitación. Es más bien como Austen vista a través del lente de las neurosis del siglo XXI. Rutherford camina con gracia entre el romanticismo empedernido y la represión artística profunda, dotando a Agathe de calidez e ingenio, sin permitir que caiga en el cliché. Hay un momento particularmente hermoso (un baile mágico en un restaurante chino) que dice mucho sobre cómo la creatividad y el anhelo están profundamente entrelazados. Schubert inunda la banda sonora, pero la verdadera sinfonía está en la lenta y dolorosa salida de Agathe del duelo.

Como pasa en el cine europeo, creo que no es una película que funciona para todo el mundo. Pero entre cuento de hadas para adultos y terapia ocupacional, “Jane Austen Wrecked My Life” es una historia tierna, edulcorada y entretenida. Es el tipo de comedia romántica que respeta tanto el romance como el humor, sin perder de vista el caos humano que hay entre ambos. Distribuida por Mongrel Media. Disponible en salas.

A pesar de los años que uno lleva viendo y comentando cine, uno casi siempre piensa que con nombres como Kerry Washington, Omar Sy, Da’Vine Joy Randolph y Mark Strong en el elenco, y un directorazo como Joe Carnahan, el estreno de esta semana, “Shadow Force” tendría todo para ser una carta segura: en este grupo de trabajo se juntan años de glorioso carisma, intensidad emocional y músculo dramático.
El problema es que Joe Carnahan, que tiene al menos tres películas que veo una y otra vez de forma obsesiva (“Narc”, “The A-Team” y “The Grey”), no hizo su mejor trabajo con este thriller de acción, que tiene pretensiones épicas y una entrega bastante pobre, con clichés, diálogos simplones y decisiones narrativas que desafían la lógica. Todo esto puede funcionar si se entiende el potencial camp que puede tener el reírse de uno mismo, pero acá eso no pasa.

Y miren que la premisa era prometedora: dos exagentes de un escuadrón clandestino, Shadow Force, rompen las reglas al enamorarse y tener un hijo, lo que desata una persecución implacable. Kyrah (Washington) se sacrifica alejándose (por ahora…?) para proteger a su familia, mientras Isaac (Sy) cría al niño en secreto… hasta que un tiroteo en un banco los expone. Es aquí donde la película empieza a desmoronarse, partiendo por el guion, escrito por Carnahan y Leon Chills, que se tambalea entre lo absurdo y lo torpe, incluyendo una escena en la que Isaac elimina a una decena de asaltantes mientras su hijo lo espera con los ojos cerrados. “Papá atrapó a los malos”, dice orgulloso. Repito, de haber tenido el ánimo de reírse de ellos mismos, esto habría sido un hitazo.

Washington da lo mejor de sí, como siempre, eso no se puede negar, y su presencia en las escenas de acción es más convincente de lo que uno esperaría. Sy tiene el mismo carisma de sobra que tuvo en “Lupin”, pero es el material el que simplemente no lo acompaña. Mark Strong, como el villano Jack Cinder, es el único que entiende que lo inverosímil de las escenas son para divertirse. Cinder es interpretado como una caricatura de jefe de espías despechado, convertido en dictador vengativo con una isla privada en Colombia, con delirios de grandeza geopolítica. Su personaje, que pide que lo llamen “secretario general” en vez de “secretario”, está más en la línea del Lex Luthor de Gene Hackman en “Superman” que otros más siniestros o serios.

Los personajes acartonados continúan con talentos como Da’Vine Joy Randolph y Method Man, siendo ambos relegados al rol de personas con armas y frases ingeniosas, que parecen estar en otra película. La que nosotros queríamos ver.
La brillantez de Carnahan aquí es inexistente. Shadow Force no es simplemente “una película mala”, sino una oportunidad desperdiciada. No sé ustedes, pero yo culpo a los estudios. Disponible en salas.
