Por Acnur y Victoria Hugueney
El número de venezolanos que abandonaron su país ha alcanzado los cuatro millones, anunciaron la semana pasada la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Los venezolanos desplazados fuera de su país son uno de los grupos de poblaciones desplazadas más grandes del mundo.
El ritmo de la salida de Venezuela ha sido asombroso. Unos 695.000 a fines de 2015, la cantidad de refugiados y migrantes de Venezuela se ha disparado a más de 4 millones a mediados de 2019, según datos de las autoridades nacionales de inmigración y otras fuentes.
En solo siete meses, desde noviembre de 2018, el número de refugiados y migrantes aumentó en un millón.
Los países latinoamericanos acogen a la gran mayoría de venezolanos, con Colombia que recibe alrededor de 1,3 millones, seguido por Perú, con 768.000, Chile 288.000, Ecuador 263.000, Argentina 130.000 y Brasil 168.000.
México y los países de América Central y el Caribe también albergan un gran número de refugiados y migrantes de Venezuela.
“Estas cifras alarmantes resaltan la necesidad urgente de apoyar a las comunidades de acogida en los países receptores”, dijo Eduardo Stein, representante especial conjunto de Acnur y OIM para los refugiados y migrantes venezolanos.
“Los países de América Latina y el Caribe están haciendo su parte para responder a esta crisis sin precedentes, pero no se puede esperar que sigan haciéndolo sin ayuda internacional”, añadió el diplomático guatemalteco.
Los gobiernos de la región han establecido mecanismos para coordinar su respuesta y facilitar la inclusión legal, social y económica de los ciudadanos venezolanos.
El principal de ellos es el Proceso de Quito, que ha reunido a los países latinoamericanos afectados por el flujo de refugiados y migrantes venezolanos.
Para complementar estos esfuerzos, el pasado mes de diciembre se lanzó un Plan de Respuesta Regional Humanitario para Refugiados y Migrantes (RMRP), dirigido a 2,2 millones de venezolanos y 580.000 personas en comunidades de acogida en 16 países. Hasta ahora, el RMRP está financiado solo en un 21 por ciento.
Ya había caído la noche cuando la amazonense Irajane Souza recibió una llamada de su hermano, que trabaja en el aeropuerto internacional de Manaos, en el norte de Brasil: una familia venezolana de 17 miembros acababa de descubrir que les habían engañado. Los billetes de avión que habían comprado eran falsos y no tenían forma de continuar su viaje. Su hermano quería ayudar a la familia, pero no sabía cómo.
Al igual que gran parte de los 4 millones de personas que han abandonado ya Venezuela en busca de protección y de una oportunidad para volver a empezar, la familia había vendido todo lo que tenía para comprar los billetes y solo llevaban consigo algunos objetos.
Cuando Irajane recibió aquella llamada, en agosto de 2017, se encontraba en el grupo de estudios bíblicos en el que participa con otros jóvenes manauaras. Al compartir la noticia con ellos, los amigos se movilizaron para acoger a la familia.
“En aquel momento nos miramos unos a otros y decidimos que íbamos a traerlos para acá”, afirma Caio Andrade, voluntario de Oásis, abogado e integrante del grupo de estudios.
Las 17 personas procedentes de Venezuela pasaron provisionalmente la noche en la oficina de uno de los integrantes del grupo, y la noche siguiente en un hotel que pagó otro de los miembros del grupo de estudios.
Además de dar cobijo a la familia, Irajane y sus amigos se movilizaron para suavizar su pérdida económica. En menos de 48 horas consiguieron comprar 17 nuevos pasajes de avión y la familia estaba lista para continuar con su viaje.
Irajane, que trabaja en el sector del turismo, encontró billetes baratos y movilizó a socios y conocidos que donaron dinero y millas aéreas para que la familia pudiera proseguir viaje.
Este fue el primero de otros casos de familias venezolanas que fueron engañadas en una trama de venta de billetes falsos, por lo que no pudieron realizar la conexión en el aeropuerto de Manaos, la capital del norteño estado brasileño de Amazonas.
“El personal del aeropuerto acabó conociéndonos, y cada vez que llegaba un grupo en estas condiciones nos llamaban”, cuenta Irajane. Hasta este momento, su red de amistades ha ayudado ya a más de 200 personas procedentes de Venezuela, cuyo sur es fronterizo con este y otros estados brasileños.
Desde que sucedió este episodio, Irajane y sus amistades empezaron a ofrecer comida, productos de higiene básica, ropa y acogida en sus casas a aquellas personas procedentes de Venezuela que se encontraban en situación de vulnerabilidad en la capital del Estado de Amazonas.
La implicación del grupo fue creciendo a medida que aumentaba el número de personas venezolanas que llegaban a la ciudad, y hoy coordinan la casa de acogida Oásis, en la región centro-sur de Manaos. “De ahí surgió nuestra motivación para tener un espacio de acogida”, cuenta Irajane.