Por Marco Guzmán
TORONTO. La primera “soñadora” de EE. UU. se apellida Lee, tiene origen coreano, y su historia conmovió profundamente hace 17 años al senador demócrata Dick Durbin, empeñado ahora más que nunca en hallar una solución para los miles de jóvenes indocumentados que permanecen entre las sombras.
Nacida en Brasil, indocumentada y de padres coreanos, Tereza Lee era una niña prodigio: había aprendido a tocar sola el piano, con horas de práctica, y hasta había tocado como solista con la Orquesta Sinfónica de Chicago, uno de los conjuntos sinfónicos más importantes del mundo.
Admitida ya en algunas de las escuelas de música más prestigiosas del país, tenía un problema: sus padres la habían traído a EE. UU. de forma irregular con sólo 2 años, era indocumentada y temía ser descubierta por las autoridades migratorias.
Entonces, Durbin recibió la llamada de Ann Monaco, una profesora de una importante escuela musical de Chicago, la mayor ciudad del estado de Illinois, que el demócrata representa en el Senado.
Gracias al apoyo de Durbin, Lee cumplió su sueño y estudió en la Escuela de Música de Manhattan y, en 2009, debutó en la sala de conciertos Carnegie Hall en Nueva York.
El legislador presentó en 2001 ante el Congreso el “Dream Act” (Ley del Sueño), la primera iniciativa que planteaba abrir la puerta del país a los “soñadores” y otorgarles la ciudadanía de Estados Unidos, aunque nunca prosperó.
“Soñadores” es desde entonces el término con el que se conoce a los jóvenes indocumentados que llegaron al país como niños, de los que algunos se acogieron a la Acción Diferida (DACA), programa aprobado en 2012 y que protegía al colectivo de la deportación.
En septiembre, el presidente Donald Trump canceló el estatus que amparaba a 690,000 personas; ahora, la solución para los “soñadores” sigue pendiente en el Congreso, que debe debatir una solución para este colectivo.