, dijo el representante regional de la FAO, Julio Berdegué.
Por Orlando Milesi
Desde 1990, la pobreza general pasó de afectar a 65 por ciento de la población rural a 46 por ciento, mientras en el caso de la pobreza extrema, cayó de 40 por ciento a menos de 27 por ciento.
Pero mientras entre 1997 y 2007 esa extrema pobreza rural se redujo en un punto porcentual por año, entre 2007 y 2014 el ritmo de descenso fue de apenas 0,2 por ciento anual.
Para quebrar ese comportamiento en el grupo rural más vulnerable, la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (Fida) lanzaron en la última semana de agosto, en Santiago de Chile, la “Alianza para la eliminación de la pobreza rural en América Latina”.
“Hay una desaceleración muy fuerte, cinco veces más lento de lo que veníamos, apenas 0,2 puntos por año”, indicó con preocupación Berdegué, quien atribuyó el fenómeno, entre otras causas, a una desaceleración económica regional que impacta sobre el empleo y los ingresos.
“La solución fuerte, sustentable, maciza de la pobreza rural es el desarrollo económico en las zonas rurales. Empleo de buena calidad, mejores salarios, esa es la mejor estrategia de la disminución de la pobreza rural”, dijo el también subdirector general de la FAO.
Para Berdergué, “la política social compensa los efectos del desarrollo económico, pero lo que nosotros queremos es que las personas dejen de ser pobres porque tienen mejores empleos y no que dejen de ser pobres porque son bien atendidos por los programas sociales…eso es una segunda mejor opción”.
El alto funcionario de las Naciones Unidas, de origen mexicano, sostuvo que la región ya redujo mucha pobreza y extrema pobreza, por lo que ahora resta la parte de la pobreza más difícil, más dura de combatir por lo estructural.
Puso como ejemplo a Chile, donde hay menos del tres por ciento de extrema pobreza rural, pero las personas afectadas son mujeres e indígenas que viven en zonas muy apartadas, lo que hace que la tarea de rescatarlas de la pobreza sea especialmente complicada.
Según Berdegué, las políticas y programas creados y desplegados en América Latina para superar la pobreza cumplieron exitosamente su propósito “pero no necesariamente las mismas estrategias y los mismos programas son los que nos sirven para el empujón final” de poner fin a la pobreza dura.
Luiz Carlos Beduschi, académico brasileño y oficial de Políticas en la oficina regional de FAO, ejemplificó que uno de los programas más significativos de combate a la pobreza en Nicaragua consistió en dar gallinas, cerdos o vacas preñadas junto con asistencia técnica a personas indigentes.
“A una señora del Distrito 7, en la zona periurbana de Managua, se le despertó un potencial emprendedor que estaba dormido. Recibió la vaca y hoy, después de ocho años, ya tiene 17 vacas. Su hija mayor se fue a estudiar y se graduó de odontóloga. La señora vendió tres vacas para financiar la clínica (de su hija) en el territorio. Ella está involucrada ahora en el tejido económico y social del territorio”, contó.
Beduschi agregó que los beneficiarios de ese programa no necesitan asesoramiento físico, sino otros elementos como crédito con una tasa de interés que no sea de 20 a 30 por ciento de un prestamista local, sino un instrumento que le permita seguir formando una segunda hija que estudia medicina.
“Hay que diseñar entonces un nuevo paso para un nuevo momento”, resumió.