Por FAO para América Latina y el Caribe
A menudo se ven obligados a pedir un préstamo, con entre 10 y 20 por ciento de interés. A veces, las cosechas no cubren los costos y los agricultores se endeudan. También están luchando con suelos deficientes y grandes alturas; es difícil cultivar.
“Es en ese momento cuando piensas en migrar: mejorar tu vida, enviar a tus hijos a la escuela”, explica Paseano. “La situación es muy difícil debido a la pobreza que hay aquí en este país”, añade.
Y es por eso por lo que Paseano decidió marcharse. Se fue a los estados de Virginia y de Florida, en Estados Unidos, donde trabajó durante 10 meses recogiendo tomates y uvas.
Lo mismo hacen muchos otros. Algunos de ellos viajan hasta las granjas agrícolas canadienses, donde pueden trabajar hasta cuatro temporadas seguidas, es decir, unos 10 meses cada año, y luego deben esperar que pasen otros cuatro años para poder regresar nuevamente por un periodo similar.
“Hay tristeza cuando estás lejos. Te sientes lejos de tu familia. Estaba preocupado por mi familia, por mi esposa, por mis hijos. Sigues preguntándote cómo estarán”, cuenta.
“Me pagaban 500 dólares a la semana. Enviaba aproximadamente unos 350-400 dólares a casa. Solo podía quedarme alrededor de 120-130 dólares por semana para cubrir mis propios gastos”, dice.
Después de su regreso, Paseano participó en un proyecto apoyado por la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura).
El objetivo del proyecto es sencillo: mejorar la vida de los agricultores. Ayudarlos a encontrar maneras de mantenerse a sí mismos mediante la agricultura y oportunidades no agrícolas.
“Ahora puedo quedarme aquí para cuidar de mis plantas gracias al apoyo que recibí. Tengo todo aquí y puedo ahorrar algo de dinero”, explica.
Además del apoyo para cultivar mejores cosechas, la familia de Paseano también recibió pollos y ovejas.
“Mi esposa está cuidando de los pollos. Ya no necesitamos comprar pollos ni huevos. A veces también podemos vender los huevos. También tenemos ovejas, que podemos comernos y que podemos vender. Nuestra vida ha cambiado”, detalla con orgullo.
“Ya no tengo que pedir un préstamo de dinero. Ahora tengo mis propios recursos. Mi hijo terminó la escuela secundaria. Ahora está estudiando en la universidad”, concluye.
El proyecto respaldado por la FAO se desarrolló en zonas rurales pobres de los estados de Oaxaca y Chiapas. Los dos estados presentan algunas de las tasas más altas de migración de personas para irse a trabajar a Estados Unidos o dentro del mismo México.
Como parte del proyecto, los agricultores aprendieron a usar compost para mejorar la fertilidad del suelo; recibieron capacitación en producción de miel, cría de ganado e instalación de invernaderos. Ahora también tienen acceso al agua para regar sus cultivos.
El proyecto fue posible gracias al apoyo del gobierno de México, a través de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación.