Rodrigo Díaz M.
Un estudio publicado la semana pasada en The Proceedings of the National Academy of Sciences, y dirigido por investigadores de la Universidad de Nueva York (NYU), descubrió que los gusanos microscópicos conocidos como nematodos tienen una gran capacidad para resistir daños en su ADN, un hallazgo que podría ayudar a fundamentar la investigación del cáncer.
Los cambios en el ADN y los genes (también conocidos como mutaciones) que afectan al crecimiento celular son los causantes del cáncer. Por ejemplo, fumar cigarrillos o exponerse demasiado a la radiación ultravioleta del sol pueden causar daños en el ADN que contribuyen a la formación y propagación del cáncer.
Si estos pequeños nematodos pueden resistir la radiación del nivel de Chornobyl, quizá algún día puedan utilizarse para comprender cómo proteger el ADN contra los agentes cancerígenos.
Las plantas y los animales siguen prosperando en la zona de exclusión de Chornobyl, a pesar del alto nivel de radiación que sigue asolando el área restringida alrededor de la instalación fundida. Cientos de perros habitan la zona, aunque la investigación ha descubierto que parecen física y genéticamente diferentes a sus homólogos de otros lugares.
El equipo de investigación recogió 15 gusanos O. tipulae alrededor de la zona de exclusión, midiendo el nivel de radiación en los lugares donde se encontraban mediante un contador Geiger. Los gusanos procedían de lugares con niveles bajos de radiación, similares a los de la ciudad de Nueva York, y con niveles altos, similares a los del espacio exterior.
A continuación, secuenciaron los genomas de los 15 gusanos de Chornobil y los compararon con cinco nematodos procedentes de otras partes del mundo.
Los investigadores se sorprendieron al comprobar que no podían identificar una firma de daño por radiación en los genomas de los gusanos de Chornobyl.
Los científicos se preguntaron entonces si la razón de la aparente ausencia de cambios en los genes de estos gusanos se debía a que habían desarrollado algún tipo de resistencia o eran excepcionales reparando su ADN dañado.
El equipo reprodujo poblaciones de gusanos a partir de sus 20 originales y los expuso a distintos carcinógenos para ver hasta qué punto podían resistir los daños en el ADN. Los resultados revelaron que los gusanos de Chornobyl no eran necesariamente más tolerantes a la radiación y que el paisaje radiactivo no les había obligado a evolucionar.
Ahora que se sabe qué cepas de O. tipulae son más sensibles o más tolerantes al daño del ADN, se pueden utilizar para estudiar por qué unos individuos son más propensos que otros a sufrir los efectos de los carcinógenos.