Por Raúl A. Pinto
Cuando se lo proponen, Marvel y Disney sacan buenas películas, y eso hay que reconocerlo. En la línea de las mejores cintas del MCU (como “Capitán América: The Winter Soldier”, “Thor Rangarok”, las dos primeras “Ant-Man” y “Guardianes de la Galaxia”), “Thunderbolts” llega a refrescar la cartelera, con una imaginería poderosa, y un guión que además de explosiones y saltos trae temas como la soledad, la autopercepción y el sentido de la familia. Una buena película, a fin de cuentas.

Cuando Yelena Belova, John Walker, Ava Starr y la Taskmaster (todos superhéroes, por si no están enterados) son enviados por la jefa de la CIA a una misión en Malasia, descubren pronto que los villanos no siempre son seres de otros planetas con chasquidos poderosos, y que sus vidas, y la seguridad del país (EEUU), corren serio peligro. Y a esto sumamos el encuentro con el misterioso “Bob”, que comienza a revelarse como algo que traerá cambios radicales en las vidas de los protagonistas. Exactamente, encima del peligro que ya están pasando…
Esta trama, algo superflua no quitan que esta sea una película absolutamente digna de ver, y esto se debe, ante todo, al director, Jake Schreier. Con una corta pero impecable carrera que incluye el clásico de los 2010s “Robot & Frank” y la poco valorada “Paper Towns”, Schreier toma el tiempo suficiente para mostrarnos a los personajes que ya conocíamos más a fondo, antes que los parlantes del cine comiencen a retumbar con explosiones. Como ya sabíamos, el mostrarnos vulnerabilidad como parte de la estética termina siendo un excelente elemento, además del tema central de la historia: la soledad como un superpoder.

Quizá quienes vayan a pasarla bien al cine (algo asegurado aquí), ignoren que “Thunderbolts*” además entiende la psicología del trauma como pocos films de Marvel se han atrevido a explorar. Si ya habíamos visto antihéroes antes, aquí no queda duda que este grupo es disfuncional, atormentado y rotos como nadie. Pero el director no está aquí para ser cínico, sino para ayudarnos (sí, a ellos y a todos nosotros) a entender el dolor, abrazarlo, y prepararnos a soltarlo en el momento preciso. Esto, por supuesto, sirve para poner cimientos fuertes en personajes que han sido anunciados como los “próximos Vengadores”.

Florence Pugh es tan perfecta como actriz que da rabia. Sabe pararse en la pantalla, sabe recitar sus líneas con soltura y emoción, usa los espacios, los objetos, sus compañeros de elenco y la fotografía de Andrew Droz Palermo para brillar en cada plano. Le acompañan ilustres intérpretes, partiendo por Julia Louis-Dreyfuss, Wyatt Russell y el flamante nominado al Oscar, Sebastian Stan. Pero la película también nos recuerda lo mucho que amamos ver a David Harbour en pantalla, un actor como pocos que brilla en todos los proyectos que hace. La llegada del “Red Guardian”, parte del universo Marvel en los cómics, pero también uno de los mejores roles del MCU (denle otra oportunidad a “Black Widow”), consolida la película como una experiencia difícil de olvidar. Harbour es uno de mis actores contemporáneos favoritos, y verlo en esta cinta lo confirma.

Con todo lo anterior dicho, quiero asegurar que la acción, los efectos visuales, y las secuencias de lucha están, se muestran, brillan y entretienen. Una película “redondita”, como dirían por ahí. No es la película convencional de superhéroes, pero nadie lo notará; aunque quizá sea prematuro decirlo, esta es de esas historias que dan ganas de ver otra vez. Algo raro en el último tiempo. Disponible en salas.
