Por Raúl A. Pinto
“Emilia Pérez” se ha convertido en una de las opciones más sorprendentes de la temporada de premios 2024. Desde su presentación en el Festival de Cannes, donde obtuvo el Gran Premio del Jurado, hasta sus victorias en los Globos de Oro en categorías importantes, la película ha dado mucho de qué hablar.
Sin spoilers, revisemos la trama…
Rita, una abogada dominicano-mexicana (interpretada por Zoe Saldaña), detesta su trabajo en un bufete claramente corrupto, hasta que recibe una peculiar propuesta de Manitas, un líder narcotraficante de la zona. La oferta, de carácter confidencial, promete una cuantiosa recompensa, y Rita decide aceptar. Para su sorpresa, él le pide que organice la mudanza de su esposa mexicana-estadounidense (Selena Gómez) y sus hijos a Suiza, además de facilitarle una operación de cambio de sexo para él mismo.
Manitas finge entonces su muerte, dejando devastada a su familia. Cuatro años después, Rita vuelve a encontrarse con Manitas, quien ha transicionado a Emilia Pérez (interpretada por Karla Sofía Gasco en ambos roles). Emilia le pide a Rita que lleve a su ex -esposa e hijos, quienes aún creen que Manitas está muerto, de regreso a México para vivir con ella, quien se presentará como una prima millonaria del “difunto” con deseos de cuidarlos. A partir de aquí, todo lo que sigue es puro melodrama.
Es fundamental entender que la película fue íntegramente hecha y producida en Francia, lo que aporta una perspectiva peculiar a su narrativa. Europa tiene un largo historial de intentar contar historias latinoamericanas con resultados variados. Ahí tenemos “Aguirre”, de Werner Herzog; “Viva María”, de Louis Malle; o el documental “Yo Soy Cuba”, de Mikhail Kalatozov. En estas producciones, el entendimiento de las culturas y países representados nunca se alinea completamente con la realidad de sus locaciones, y fueron criticadas en su tiempo por lo mismo.
En el caso de “Emilia Pérez”, el prestigioso director Jacques Audiard (responsable de clásicos esenciales del nuevo milenio como “Un Profeta” y “Rust and Bone”) aborda México más como un personaje secundario que como un protagonista. La historia podría haberse ambientado en cualquier otra nación, incluso cuando temas como el narcotráfico y las personas desaparecidas son elementos esenciales en la historia del país Norteamericano.
También, “Emilia Pérez” es un musical, hablado mayoritariamente en español, pero donde las letras de las canciones son deliberadamente simples y casi nunca riman. Audiard parece inspirado por Jacques Demy y “Los Paraguas de Cherburgo”, donde los diálogos cantados no siempre riman, pero contribuyen al desarrollo de una trama profundamente melodramática, al desarrollo de los personajes (donde al excelente trabajo de las tres protagonistas se une la extraordinaria Adriana Paz) y a un diseño visual tremendamente atractivo.
El film se presenta como una fantasía, con canciones que reflejan los pensamientos de los personajes (al estilo “Chicago”), y una ambientación envuelta en un halo melancólico que anticipa el doloroso tercer acto. Si hay algo auténticamente “mexicano” o “latinoamericano” en la película, es el dramatismo profundo y exagerado que recuerda a las telenovelas. Y, tal como en los culebrones, funciona muy bien.
Me parece que, aunque no se diga abiertamente, el mayor punto de las críticas online ha sido la decisión de que la protagonista sea una mujer trans y que ésta sea interpretada por una actriz trans. Curiosamente, dentro de la película, la transfobia no es un tema de conflicto. Ningún personaje cuestiona la identidad de Emilia, quien vive como una mujer más en una sociedad compleja, como debería ser. Por supuesto, Emilia es una persona poderosa, con recursos, contactos de dudosa procedencia y trayectoria, y una pistola al cinto, pero en ningún momento se cuestiona su autoridad o dignidad como mujer. Esta representación puede ser polémica para algunos, pero es un aspecto que el filme maneja con sensibilidad.
Nadie puede comprender completamente el dolor de un grupo minoritario, una etnia, una nación o un género como las personas que pertenecen a esos grupos. Juzgar o molestarse por lo que otros sienten no es la manera correcta de abordar el arte. Dejemos que el arte sea arte y que las personas sean personas. Si les es posible, espero que disfruten “Emilia Pérez”. Disponible en Netflix Canada.