Rodrigo Díaz M.
Con los cierres de emergencia provinciales durante la mayor parte de los últimos 12 meses, muchas empresas han tenido que hacer ajustes en sus operaciones.
Para evitar el cierre definitivo, muchas empresas han pasado a funcionar en su mayor parte o completamente en línea.
Sin embargo, debido a este rápido cambio, muchas empresas se han vuelto más vulnerables a los ciberdelincuentes.
Debido a que las empresas tuvieron que hacer la transición para operar digitalmente, muchas tuvieron que hacerlo antes de tomarse el tiempo y tener la experiencia para poner en marcha sistemas y protocolos de seguridad en línea adecuados.
Según el Centro Canadiense de Lucha contra el Fraude (CAFC, por sus siglas en inglés) el resultado ha sido que el fraude ha ido en aumento desde el inicio de la pandemia. Los residentes de Canadá perdieron 107,2 millones de dólares por delitos de fraude en 2020, de los cuales 62,6 millones estaban asociados al fraude en línea.
La dependencia de las plataformas digitales y de la computación en la nube ha puesto más datos sensibles al alcance de los ciberdelincuentes, que son cada vez más expertos en acceder o hackear las bases de datos, que se cree son seguras, de los clientes para robar identidades.
El fraude en línea puede adoptar muchas formas diferentes, como las estafas por correo electrónico y el phishing, diseñadas para obtener datos haciéndose pasar por una persona o empresa, el software malicioso que daña intencionadamente un ordenador o una red, el fraude de identidad, que consiste en utilizar la identificación de otra persona, y el robo de identidad sintética, que consiste en utilizar información real y falsa para crear una nueva identidad. Ser víctima de un fraude en los pagos, un robo de datos o cualquier tipo de ciberataque supone una amenaza para las operaciones de una organización y su reputación.