POR ESTRELLA FLORES-CARRETERO
La anticipación ante lo que puede salir mal es una emoción que los líderes deben gestionar, para no paralizar a los que rodea y, en definitiva, a la propia empresa.
Cualquier persona responsable tiene motivos para estar preocupada. La preocupación es una alerta necesaria para nuestra supervivencia. Nos protege frente a la inseguridad y la incertidumbre, nos ayuda a mantener las variables bajo control y a prevenir las consecuencias no deseadas. Es un mecanismo de defensa que cualquier líder empresarial está obligado a sentir.
Pero, dicho esto, aprender a controlar esta emoción es un ejercicio imprescindible. De lo contrario, la preocupación generará angustia, llevará a pensamientos recurrentes e inútiles, provocará estrés, insomnio, bajo rendimiento, irritabilidad, incapacidad para disfrutar y parálisis en la toma de decisiones; es decir, problemas que pueden llegar a ser graves.
Un líder no puede permitirse trasladar esta energía a los que tiene a su alrededor, porque paraliza y es tóxica para todas las personas de su entorno. El líder debe aparentar seguridad y apoyo; pero debe prepararse para abordar el control de las preocupaciones. Por lo que es necesario:
Reflexionar. Tenemos que ser capaces de hablarnos a nosotros mismos con realismo. Evaluar si lo que ronroneamos está fundado o no, y si lo está, ver cuáles son las posibles soluciones. A menudo, los problemas son inevitables, pero el sufrimiento que nos causan depende de cómo percibamos e interpretemos lo que estamos viviendo. El 80% de lo que imaginamos, no sucede.
Centrarse en el presente. Un líder tiene que pensar en su acción diaria, con objetivos a corto y medio plazo, hitos que pueda ir conquistando y que proporcionen confianza y seguridad en el desempeño profesional, pilares sólidos en los que sustentarse para lograr el éxito a largo plazo. Preocuparse en exceso por el futuro hace que se olvide el presente, que es, al fin y al cabo, lo único seguro.
Apoyarse en el equipo. Todo el mundo duda, siente inseguridad, experimenta miedos. El líder no debe estar solo, sino respaldado por un equipo de confianza con el que compartir sus temores, paliar sus carencias y consensuar sus decisiones. De este modo, las preocupaciones compartidas se diluyen y pasan a formar parte del trabajo diario en el que hay que prever, pero no anticipar.
Enfocarse en la solución de problemas. Las personas con una sana autoconfianza saben que pueden encontrar vías para superar la adversidad. No se sienten víctimas, sino responsables y partícipes en las estrategias de solución.
Relativizar. A menudo, miramos atrás y vemos cómo el tiempo nos da la medida de todas las cosas, que lo que parecía una tragedia pudo superarse sin problemas o que, incluso, trajo ventajas inesperadas. Por eso, aprender a manejar las emociones, a relativizar, a mantener en su medida los dramas, permite a las personas disfrutar de un equilibrio interior y exterior, mejora el bienestar personal y lo genera a su alrededor.
«Solo los tontos carecen de preocupaciones», decía Goethe, y tenía razón, pero no hagamos dramas. Hay que intentar normalizarlas e integrarlas en nuestra vida, sin darles más espacio del estrictamente necesario. Y si no es así, por el bien de los demás, sea honrado, deje su “ego”, dé espacio a los demás y delegue en los otros. Esta es la tarea más difícil.