Por Alejandro Morales
La biología no es el único factor desencadenante del envejecimiento, sino que hay que tener en cuenta también, aspectos sociales, culturales y del contexto individual.
Esta es la tesis postulada por el profesor Antonio V. Martín García, de la Universidad de Salamanca, en España, quien hace un análisis sobre la vejez desde un enfoque tradicional de deterioro hasta un enfoque positivo actual que proyecta nuevos modos de entender y conceptuar la vejez abriendo nuevas perspectivas de análisis e intervención educativa para nuestro grupo etario.
La visión tradicional dominante sobre la vejez se puede resumir en tres visiones de cómo conceptuarla:
1. La vejez como deterioro. Desde tiempos inmemoriales ha prevalecido la visión de que el último tramo de la vida se ha identificado como el deterioro y el declive físico. Hay sin duda cambios fisiológicos indiscutibles, como el estrechamiento de las arterias, la calvicie, los huesos se debilitan, etc. Desgraciadamente esto ha inducido al rechazo y la marginación de la vejez: enfermedad, fealdad y muerte.
2. La vejez como ruptura social. La vejez como ruptura social significa básicamente asumir la visión de los viejos como seres faltos de función social y la vejez como una etapa de preparación y antesala de la muerte.
3. La vejez como carga social. Unida al deterioro, existe la visión de carga social, que presenta a los adultos mayores con serios problemas económicos y de adaptación y, por ende, con altos índices de dependencia hacia los demás, la que se agrava aún más en la “cuarta edad” conocida por algunos como “ancianidad profunda”. Esta dependencia es simplemente de origen social que hace de los adultos mayores “receptores agradecidos y pasivos” y objeto de políticas asistenciales (pensiones, descuentos, etc.).
En oposición a la visión tradicional de la vejez, existe hoy en pleno desarrollo un enfoque positivo:
1. La vejez como cambio y continuidad. Esta idea parte de la base que entiende que los adultos no sólo son mucho más complejos que los niños, sino que, además, están más diferenciados y son menos dependientes de las influencias inmediatas del ambiente. Esta es la base del debate entre la estabilidad versus cambio. La edad cronológica deja de ser la unidad de análisis fundamental, sustituyéndose por la consideración conjunta de todos los factores individuales. La gente de hoy, de cualquier edad, es muy diferente a la de hace 50 años y serán muy diferentes a la de dentro de otros 50.
2. La vejez como oportunidad. Es cada día más claro la imagen de la vejez como tiempo de oportunidad, como tiempo y espacio para el desarrollo de renovados modos de encarar la vida. Es una visión más amable sobre la vejez que toma hoy nuevas formas. Parte de la base que el declive cognitivo no es inevitable ni uniforme, sino que depende de la naturaleza y de la calidad de la interacción con los contextos.
3. La vejez como tiempo productivo. La actitud obsesiva hacia el trabajo de la sociedad actual hace que apenas se den oportunidades fuera del mundo laboral que permitan utilizar en forma activa la capacidad productiva de los adultos mayores, coartando además posibilidades de intervenir en temas de interés social. La falta de activación y estimulación proporcionada por el trabajo hace que el adulto mayor carezca de un papel real en la sociedad actual. El ocio de los adultos mayores es un recurso que se puede invertir en colaborar con otros grupos sociales.
4. El “envejecimiento exitoso”. Esta es una corriente de gran difusión comercial que responde al deseo de ciertos sectores económicos de canalizar los intereses del sector adulto hacia actividades de tipo consumista. La adaptación a la vejez o envejecimiento exitoso depende de las posibilidades de satisfacer determinadas necesidades materiales o de esparcimiento personal. La actividad física y mental es vista como el mejor antecedente de envejecimiento exitoso. En esta línea, la participación social, el voluntariado, etc. han sido relacionados con el ajuste vital a la vejez.
Podemos concluir que hoy día existe una visión dual sobre el envejecimiento y la vejez: una considerable discriminación contra los viejos frente a una aparente exaltación de sus capacidades para seguir creciendo como individuos.
El papel de la educación en la vejez en este tercer milenio será decisivo para el cambio de mentalidades que ayude a desterrar los modelos de decrepitud a favor de modelos de competencia y desarrollo. Hay que derribar muchos mitos a través de programas socioeducativos que modifiquen actitudes sociales negativas sobre la vejez. Quienes somos protagonistas del proceso seguiremos en nuestra entrega y colaboración en desarrollar un mundo mejor para nuestros adultos mayores. (Fuente: Antonio V. Martín García de la Universidad de Salamanca)