En el año transcurrido desde las elecciones del 8 de noviembre de 2016, “nunca hemos dejado de especular sobre los motivos de los resultados”, opina Julia Azari, profesora en la Universidad Marquette, en un artículo publicado hoy en FiveThirtyEight, una web dedicada al periodismo de datos y estadísticas políticas.
Un análisis similar hacía recientemente Dan Balz, corresponsal jefe del diario The Washington Post y quien afirma que, con Trump todavía “obsesionado” con su triunfo, los demócratas siguen debatiendo sobre su largo y duro proceso de primarias entre Clinton y el senador Bernie Sanders, y la “impactante” derrota de la exsecretaria de Estado en la noche electoral.
Además, “las divisiones que produjeron el resultado del 8 de noviembre siguen siendo tan profundas y generalizadas como eran entonces”, advierte Balz.
De gira por Asia y antes de su reunión en Seúl con el presidente surcoreano, Moon Jae-in, Trump aprovechó hoy para recordar su “gran victoria” de hace un año, de la que dijo también que hizo “muy feliz a mucha gente”.
Trump ganó a Clinton en el sistema del colegio electoral por 304 votos frente a 232, pero la demócrata logró cerca de tres millones de votos populares más que el ahora presidente, quien se ha resistido a aceptar esa realidad.
El magnate llegó a decir que en las elecciones votaron de 3 a 5 millones de inmigrantes indocumentados, razón por la que, a su juicio, la exsecretaria de Estado ganó en voto popular.
Trump ordenó, asimismo, la creación de una Comisión de Integridad Electoral para, entre otras cosas, investigar sus denuncias de un supuesto fraude en los comicios presidenciales, consideradas completamente infundadas por los expertos y de las que ni él ni la Casa Blanca han ofrecido ninguna prueba.
Más recientemente, el mandatario ha pedido que se investigue a Clinton tras revelarse que el Partido Demócrata y la campaña de la ex primera dama financiaron el año pasado una investigación privada para encontrar información que lo vinculara a él con Rusia.
Esa indagación dio lugar a un dossier publicado en enero que contenía relatos no corroborados sobre el supuesto encuentro de Trump con prostitutas en un hotel de Moscú, además de ofertas de negocios en Rusia para influir en el ahora presidente.
La mayoría ve en esos recurrentes ataques a Clinton un intento de Trump de desviar la atención de la investigación encabezada por un fiscal especial, Robert Mueller, sobre la supuesta injerencia rusa en las elecciones y los contactos entre Moscú y el equipo del magnate.
Esa investigación avanza tras la presentación de los primeros cargos contra exasesores del equipo de Trump, uno de ellos imputado por mentir sobre sus contactos con individuos conectados con Moscú y que intentó incluso programar una reunión del magnate con el presidente ruso, Vladímir Putin.
Clinton sí tiene claro que la supuesta injerencia rusa, entre otros factores, fue clave en su derrota y así lo cuenta en “What Happened” (“Lo que ocurrió”), un libro que publicó en septiembre y con el que ha seguido protagonizando titulares, aunque ha asegurado que descarta volver a presentarse a unas elecciones.
Mientras Clinton sigue de gira promocionando su libro, otro de Donna Brazile, expresidenta interina del Partido Demócrata, está levantando ampollas por sacar a la luz el poco entusiasmo entre los votantes que generó la exsecretaria de Estado y posibles irregularidades en su proceso de nominación para aspirar a la Casa Blanca.
El libro de Brazile ha llevado a la senadora demócrata Elizabeth Warren, posible candidata presidencial en 2020, a reconocer por primera vez que cree que las primarias estuvieron manipuladas en favor de Clinton, algo ya denunciado en su día por muchos seguidores del senador Sanders.
Warren es una de ellos, pero hay muchos otros nombres que suenan para aspirar a la Casa Blanca en 2020 por un partido que no ha encontrado, un año después de la derrota, el mensaje o al candidato que pueda unir y motivar a sus votantes. Miriam Burgués
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