Desde su inesperada victoria el pasado miércoles, el presidente número 45 ha bajado el volumen de los gritos de guerra que encendieron a millones de seguidores en sendas entrevistas con la cadena CBS y el periódico The Wall Street Journal.
“Construye el muro”, “Enciérrala”, “Drenar el pantano”, le pidieron con fervor millones de personas durante el último año y medio en sus multitudinarios mítines por todo el país.
Ahora, tras caer el telón de la campaña, el muro parece que será más bien una valla, Hillary Clinton es una “buena persona” a la que no quiere “hacer daño” procesándola por su servidor de correo electrónico privado y el “pantano” de Washington se llena más que se drena con los cabilderos y veteranos políticos de carrera que van conformando su equipo.
Cuando era el candidato del hombre blanco enfadado, Trump prometió levantar un muro de unos 1.600 kilómetros de largo en la frontera sur del país, hacer que México pague por él y crear una “fuerza de deportación” para devolver a los 11 millones de indocumentados a sus países de origen.
En su conversación de “60 minutos” con CBS, el presidente electo rebajó el domingo su discurso hasta posiciones más conciliadoras con el aparato de su partido: deportación de “los dos o tres millones” de indocumentados con antecedentes penales y -la manida promesa de- “reforzar la seguridad de la frontera”.
Antes de “tomar una decisión” sobre el futuro de los otros ocho millones de indocumentados, a los que ahora llama “gente fantástica”, el presidente Trump no hará nada más que lo que prometieron todos sus rivales en las primarias: “asegurar la frontera”.
Si hubiera que escoger una palabra para asociar con la campaña de Trump esa sería, con toda probabilidad, su famoso “muro”, la promesa que más caló entre su base pero que parece no ser ya tan literal.
Preguntado en CBS por si aceptaría la valla que proponen algunos republicanos del Congreso, Trump dijo que sí “para ciertas áreas”.
Las propuestas bomba de su campaña parecen ir perdiendo intensidad y de algunas ya ni habla, como de prohibir la entrada al país a todos los musulmanes hasta que las autoridades determinen “qué está pasando”.
“Eso no va a ocurrir. No hay apoyos para eso en el Congreso y de todas manera sería inconstitucional”, indica a Efe Darrel West, vicepresidente y director de Estudios de Gobierno del centro Brookings.
Otra de las promesas de Trump que se tambalea es la de revocar “completamente” la “desastrosa” reforma sanitaria del presidente Barack Obama, considerada el mayor logro en política nacional de los últimos ocho años.
Tras reunirse con Obama el pasado jueves en la Casa Blanca, Trump se mostró abierto en su charla con The Wall Street Journal a “estudiar sus sugerencias” y a mantener algunas de las partes clave, como la cobertura para las personas con enfermedades preexistentes y la de los jóvenes en el seguro de sus padres hasta los 26 años.
“Trump quiere mantener sus disposiciones más populares, pero es difícil mantenerlas sin el mandato individual (que obliga a tener cobertura so pena de multa) y los impuestos que las hacen posibles. Seguro que va a modificar la ley, pero no está claro cómo”, apunta Aaron Kall, experto político de la Universidad de Michigan.
En sus dos entrevistas como presidente electo, Trump ha asegurado que lo primero que va a hacer cuando llegue a la Casa Blanca el 20 de enero será tomar medidas en “sanidad e inmigración”, además de proponer una “gran ley para bajar impuestos”.
Los expertos consultados por Efe consideran que también se apresurará a designar un juez “muy conservador” para reemplazar al fallecido Antonin Scalia con el objetivo de que sus impacientes seguidores vean alguna promesa cumplida en los primeros cien días de su Presidencia.
“Sin duda le están diciendo que muchas de sus grandes promesas son o demasiado caras, o no factibles o que el Congreso no las apoyará. ¿Se decepcionará su base? Quizás pero yo creo que aceptarán esa decepción y seguirán agarrándose a las grandes promesas de que todo será mejor con Trump”, señala Robert J. Spitzer, experto en Presidencia de la Universidad Estatal de Nueva York en Cortland.
Al fin y al cabo, el empresario Donald Trump ya les advirtió en la campaña: “todo es negociable”.
Trump diluye sus promesas más extremas en su primera semana
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