Así ha sido calificada la política de ‘tolerancia cero’ del gobierno de Estados Unidos, contra la inmigración ilegal que ha dado lugar a la separación de padres e hijos en la frontera sur del país. Ha trascendido que entre el 5 de mayo, cuando comenzó a implementarse esta política, y el 9 de junio del año en curso, 2.342 niños y jóvenes inmigrantes fueron separados de sus padres.
Por Alexander Terrazas
Si bien el presidente estadounidense, Donald Trump, recientemente firmó un decreto para poner fin a esta controvertida separación de las familias de inmigrantes en la frontera, eso no significa que la política de ‘tolerancia cero’ quede sin efecto. Esta dura medida impuesta por los predecesores de Trump, hasta hace algunos años se asociaba con los rastros oscuros de la violencia y las duras políticas policiales; sin embargo, hoy ha adquirido otra dimensión y se lo vincula con el tema migratorio. Los críticos con esta política federal dicen que no solo es cruel separar a las familias, sino que también es injusto no contar con un mecanismo para reunificarlas en óptimas condiciones. Los niños proceden en su mayoría de países centroamericanos, donde la violencia y las pandillas han obligado a muchos a huir.
Ciertamente estos menores provienen de países en situaciones peligrosas por las pandillas, la violencia familiar, el abuso sexual y hasta la exclusión social. Y, si agregamos a un niño ya traumatizado el trauma de la separación brutal de sus padres, le quitamos su principal fuente de protección y de apoyo. Creemos que se debieron utilizar otros métodos para garantizar el control de una frontera sin exponer a las familias al trauma psicológico de la separación de padres e hijos. Lamentablemente el daño ya está hecho y es un trauma irreversible como mencionan los especialistas en la materia. Este daño causado a los menores no solamente es por culpa del Gobierno de Estados Unidos, sino que aquí también hay una corresponsabilidad con los gobiernos de los países de donde provienen estos migrantes.
Creemos que todo sería completamente diferente si los gobiernos pudieran decir a los inmigrantes ilegales detenidos en la frontera entre México y Estados Unidos que pueden regresar con confianza a sus países de origen, en donde se les ofrecerá trabajo, salud, alimentación, educación y vivienda. Sin embargo, esto sucederá por ahora y por eso debe reconocerse que las condiciones de vida para las grandes mayorías en nuestros países son precarias, lo que hace que las personas busquen desesperadamente salir de la miseria, de la exclusión y de la marginación, y que se aventuren a marchar hacia otros horizontes. Incluso arriesgando su vida, su libertad, su seguridad y hasta a perder a sus propios hijos.
Pese a todo esto, lo que sí podemos exigir es que los migrantes ilegales sean tratados como seres humanos, no como ‘animales’ como decimos en Latinoamérica. Que sean respetados, protegidos y defendidos sus derechos fundamentales, reconocidos y plasmados en la Declaración Universal de Derechos Humanos. Si bien es cierto, el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos ha condenado la política de ‘tolerancia cero’ de Estados Unidos, así como muchos gobiernos, líderes de opinión y activistas de los derechos humanos, pero esto no significa que vaya a cesar la persecución contra los migrantes indocumentados en Norteamérica, porque esto es realmente una especie de persecución contra las personas.
Ojalá que el repudio mundial contra las medidas antiinmigrantes sean escuchadas en Estados Unidos y en cualquier otro país donde se cometa un delito semejante, peor si es contra de los niños. Porque debe entenderse que en su mayoría los inmigrantes ilegales no son delincuentes o criminales, sino que son seres humanos, familias, que no tienen nada en sus países y que huyen de la pobreza, de la violencia y de las desgracias propias en busca de un futuro mejor. Por eso, lo menos que se puede pedir es un tratamiento acorde con su condición humana, con respeto y dignidad, a la hora de ser detenidos o repatriados. Hacemos votos para que así sea.
Alexander Terrazas