POR DRA. NANCY ÁLVAREZ
La vida moderna nos trae como locos, corre-corre en el trabajo, presiones económicas, mucho ruido, competencia, violencia, tráfico pesado… Ya es historia aquellos días en que podíamos sentarnos a conversar con la familia por horas, visitar amigos, dormir hasta tarde, en fin disfrutar la vida y vivir sin presión.
Estamos pagando el “modernismo”, el cuerpo y la mente comienzan a pasarnos factura con el síndrome del desgaste o estrés profesional. Los españoles han traducido burnout como “achicharramiento”. Varios síntomas se presentan: cansancio psicofísico, pérdida progresiva de energía, desgaste, agotamiento y fatiga. Despersonalización hacia los pacientes: en el caso de los médicos o trabajadores de la salud (uno de los grupos más afectados), se puede ver una actitud negativa hacia los pacientes, dejando de ser seres humanos para convertirse en números o “casos”.
Agotamiento emocional, disminución de sentimientos, interés y preocupación por los demás. Incapacidad para entregarse; conductas de evitación y actitud distante. Sarcasmo ante las situaciones de riesgo. Dificultad para procesar la información y tomar decisiones. Irritabilidad. Sentimientos de frustración, incompetencia y aburrimiento. Toma de riesgos innecesarios y tendencia a los accidentes. Incumplimiento del horario laboral. Uso de alcohol o drogas. Conflictos interpersonales. Falta de discriminación entre lo privado y lo profesional. Falla la imaginación a la hora de resolver situaciones e implementar estrategias para el cambio.
Existen diferentes grados:
Leve: Se comienzan a presentar síntomas físicos vagos e inespecíficos.
Moderado: insomnio, déficit en la concentración, automedicación.
Grave: aversión al trabajo, ausentismo laboral, abuso de alcohol y fármacos.
Extremo: crisis existenciales severas que llevan al aislamiento, depresión crónica o enfermedades psicosomáticas.
Como todo problema humano, es multicausal: falta de descanso, de recursos, de tiempo, de estímulos al crecimiento y de expectativas. La persona se siente fundida. Emocionalmente exhausta, despersonalizada, frustrada y fracasada. Los síntomas físicos son cefaleas, dolores osteo-articulares, dolores digestivos, cardiovasculares y problemas sexuales. Estrés crónico o depresión. Desencadena enfermedades psicosomáticas o abuso de drogas.
El burnout es el resultado de la pérdida de asertividad. Afecta la autonomía (capacidad para tomar decisiones, asumir responsabilidad y riesgo por sí solo, sin sentirse coartado en su asertividad).
La mejor prevención y tratamiento es vivir en ambientes donde exista reconocimiento y calidez. Es decir, ambientes laborales que desarrollen vínculos gratificantes personales y permitan la asertividad.
El ejercicio físico y las técnicas de relajación son sumamente necesarios para prevenir o superar dicho síndrome. En casos graves es útil el uso de antidepresivos, siempre recetados por un médico. Se contraindican estimulantes, anti-fatigantes, ansiolíticos, drogas y alcohol.
En fin, trabajar para vivir y no vivir para trabajar. Como bien decía Sigmund Freud, el padre de la psicología, debemos amar, trabajar y divertirnos… O terminaremos enfermándonos.