Kelly Arévalo
Toronto, Canadá
Existe un permanente debate y una colorida – o acalorada – discusión entre amistades y en muchas familias al hablar sobre el impacto, positivo y negativo, del uso de la tecnología y el tiempo en pantalla para el aprendizaje y las relaciones interpersonales.
Como en todas las cosas y situaciones con las que interactuamos a diario, existen beneficios, ventajas y hábitos, así como riesgos, abusos y prejuicios, de la misma manera el uso de la tecnología y sus aplicaciones pueden potenciar el aprendizaje y enriquecer las relaciones interpersonales, pero también pueden perjudicarlos.
Investigaciones de la Academia Estadounidense de Pediatría y diferentes estudios señalan el aumento del tiempo que niños y adolescentes pasan frente a pantallas. Los resultados indican un promedio de 8 a 10 horas diarias frente a la televisión, consolas y aparatos videojuegos, computadoras, celulares o iPad. Así como en los lugares públicos y privados, los dispositivos han penetrado todos los rincones de nuestras casas. Este omnipresente ecosistema digital presenta una infinidad de oportunidades, pero también distracciones, obstaculizando o favoreciendo el aprendizaje y las habilidades sociales. ¿Cuáles son los límites del tiempo en pantalla? ¿Cómo podemos sacar el mejor provecho del uso de la tecnología en nuestros hogares?
La verdad es que más que preocuparnos por la “cantidad de horas” frente a pantalla es mejor poner atención a los mensajes y contenidos a los que están expuestos a diario nuestros hijos en sus equipos y dispositivos móviles. Por ejemplo, no es lo mismo dedicar tres horas a programas educativos, creativos o a usar software productivo, que pasar tres horas de doomscrolling viendo historias y noticias negativas, incluso falsas, que producen ansiedad, cólera o tristeza.
En el caso de los niños, hay que tomar en cuenta que la mayoría de las plataformas digitales y aplicaciones “gratis” los bombardean constantemente con anuncios y mensajes que los inducen a reproducir hábitos de consumo y a identificarse con estilos de vida y marcas. Estos son solamente algunos ejemplos de los riesgos y de la complejidad del mundo digital y virtual con el que ahora convivimos en nuestras casas.
Los adultos también hemos experimentado una mayor dependencia del tiempo en pantalla. La pandemia del COVID-19 aceleró y a masificó aún más esta situación. La educación virtual, el trabajo remoto, la proliferación y uso de aplicaciones, y la adicción a las redes sociales se convirtieron en “la ruta de salvación” ante el distanciamiento social y las medidas sanitarias tomadas para evitar brotes y contagios.
No existe una sino muchas respuestas al dilema que enfrentamos en nuestros hogares sobre cómo aprovechar de la manera más eficiente y productiva la tecnología que tenemos a nuestro alcance. No hay receta perfecta ni fórmula a copiar, cada caso en particular, cada situación y realidad, cada familia deberá encontrar su propia ruta y tomar su propia decisión, lo que para una familia puede resultar beneficioso, para otra puede no serlo.
Existen muchas recomendaciones generales, entre ellas, limitar el tiempo de entretenimiento en pantalla a una o dos horas por día, monitorear el tipo de contenidos que ven nuestros hijos, evitar dar a niños menores de dos años teléfonos inteligentes o dispositivos móviles como juguete sino mejor favorecer que exploren su entorno físico y sensorial de manera directa. Son consejos útiles para ayudarnos a tomar las mejores decisiones en un tema que genera desde preocupaciones hasta conflictos interpersonales en las familias.
En mi experiencia personal uno de los mejores consejos, aunque bastante difícil de cumplir, es enseñar con el ejemplo de que es posible mantener un balance saludable, sin sacrificar la productividad, en el uso de los dispositivos móviles y equipos tecnológicos en las actividades en casa. El gran reto es saber conversar en familia y tomar decisiones firmes, pero con un margen de flexibilidad, para evitar llegar al punto de impasse que nos obligue a decidir entre tiempo en pantalla y tiempo en familia, ambas son necesarias y se complementan. Los avances y la innovación tecnológica tienen que ponerse en función del desarrollo y el bienestar humano.
No olvidemos que hace pocos meses, en lo peor de la pandemia del COVID-19 y el encierro, deseábamos poder salir, poder compartir en persona, no virtual, con nuestros familiares y amistades. Ahora, aunque enfrentamos una cuarta ola de la pandemia, tenemos el privilegio de realizar nuestras actividades diarias con mayor normalidad. Aprovechemos esta oportunidad para desarrollar más vida en familia, y no tengamos temor de hablar con franqueza en casa sobre los beneficios y los riesgos del uso de la tecnología, encontrémosle la dimensión humana a esta realidad de nuestros tiempos y aprovechémosla al máximo.
Como padres y madres, todos deseamos lo mejor para nuestros hijos e hijas, nos esforzamos y hacemos lo posible cada día para proveerles las mejores condiciones que están a nuestro alcance y en nuestro entorno para que puedan crecer en un ambiente seguro, con afecto y cariño, que les ayude a desarrollar plenamente sus habilidades, conocimientos e intereses, que sientan y sepan que cuentan con nuestro apoyo en sus sueños y aspiraciones de vida, que tengan la certeza que en los triunfos y fracasos siempre sabremos encontrar juntos una sonrisa para celebrar o la fuerza para levantarse y seguir adelante, esta es la decisión más importante que tenemos que tomar y poner siempre en práctica.