- Un profeta molesto
“El profeta tiene que ser molesto a la sociedad, cuando la sociedad no está con Dios”, dijo durante una homilía en agosto de 1977, apenas seis meses después de haber sido nombrado arzobispo.
Fue un manifiesto del rumbo que tomaría su arzobispado mientras en El Salvador se sucedían los enfrentamientos, los abusos y la represión.
- Defensor de los pobres
“No es voluntad de Dios que unos tengan todo y otros no tengan nada […] De Dios es la voluntad que todos sus hijos sean felices”, dijo en una homilía del 10 de septiembre de 1978.
Romero defendió a los más desfavorecidos y a los agricultores que huían de la represión en los campos cafeteros hacia la capital de país.
Y predicó con el ejemplo. Renunció a vivir en el palacio del Arzobispado y se instaló en una humilde casa que es hoy un museo. También renunció a la protección armada cuando comenzó a recibir amenazas de muerte.
Los sábados ayunaba para experimentar el sufrimiento de los más necesitados.
- Opositor a la violencia
“De nada sirven las reformas si van teñidas de tanta sangre”, criticó desde el púlpito en julio de 1979.
Con el país sumido en continuas luchas de poder y el intento de reformas agropecuarias, apoyadas con fondos de Estados Unidos, Romero decía que los planes de los distintos gobiernos defendían siempre el interés de los oligarcas, expropiando al pobre las tierras que había labrado con sus manos.
- “Imparcial”
“No me consideren juez o enemigo. Soy simplemente el pastor, el amigo de este pueblo”, dijo el 6 de enero de 1980, consciente ya de que el mensaje que predicaba le estaba generando muchos (y poderosos) enemigos.
Romero defendía que su papel como líder cristiano y espiritual era denunciar las injusticias. Sin estar del lado de nadie más allá de quienes eran víctimas de los abusos, la violencia y la pobreza.
- Defensor de la vida
“Este es el pensamiento fundamental de mi predicación: nada me importa tanto como la vida humana”, dijo el 16 de marzode1980, pocos días antes de su muerte, defendiendo su mensaje evangélico de que debía cesar la violencia que causaba víctimas entre “los hermanos de aquellos que empuñan las armas”.
También fue un férreo opositor del aborto.
- Profeta eterno
“Debo decirle que, como cristiano, no creo en la muerte sin resurrección: si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño”, cuentan los reportes que le dijo al periodista mexicano del diario Excelsior, Calderón Salazar, dos semanas antes de morir.
Consciente de que su existencia se había hecho cada vez más molesta entre quienes tenían el poder, sabía que su mensaje había calado en un sector mayoritario de El Salvador: el de los que no tenían nada.
- “¡Cese la represión!”
“Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral nadie tiene que cumplirla.[…]Les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡cese la represión!.
Estas fueron las palabras que pronunció en su penúltima homilía un día antes de ser asesinado. Algunos de sus consejeros le pidieron no decir esas palabras en la misa del 23 de marzo de 1980, en un momento de gran tensión y cuando ya era un enemigo para los sectores más radicales del gobierno militar.
Él concluyó que era su obligación moral pronunciarlas. Y al día siguiente lo mataron.