Por Oscar Vigil
TORONTO. El partido de gobierno, de izquierda, perdió estrepitosamente el domingo, en medio de una creciente demanda de relevos generacionales
Tanto en Toronto, como en El salvador, para nadie fue una sorpresa la contundente derrota que sufrió la izquierda en las elecciones municipales y legislativas realizadas el pasado domingo 4 de marzo. Lo que sí es una incertidumbre, es cuál será la reacción del partido perdedor, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) ante la derrota.
Varias decenas de salvadoreños, latinoamericanos y canadienses se hicieron presentes, desde tempranas horas de la tarde del domingo pasado, a las instalaciones de la Asociación Griego Canadiense, ubicadas en la zona de Danforth y Broadview, para presenciar a través de conexiones a internet el desarrollo de la contienda electoral. Pero lo que vieron no fue precisamente lo que deseaban.
En política las acciones cuentan, pero también son importantes las percepciones, y de acuerdo con diversos analistas, pareciera que hay una percepción en la población salvadoreña de que su clase política, sus líderes en general, ya están caducados.
Este vencimiento del producto pareciera no aplicar solamente para los dirigentes de izquierda sino para todo el espectro político local, pero los resultados del domingo muestran que los más afectados fueron sin duda los líderes del FMLN, quienes actualmente ostentan el poder en el pequeño país centroamericano.
Sin lugar a duda quien ganó fue la abstención (alrededor del 60% de los registrados para votar no lo hicieron) y el voto nulo, acciones que se plantearon en parte como un rechazo a la actual clase política que desde hace más de tres décadas gobierna el país. Son prácticamente los mismos rostros los que compiten desde la década de 1990.
El segundo ganador, con reservas, fue el partido de derecha Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), quien pasó a ser la primera fuerza política del país con alrededor del 45% de los votos válidos (el FMLN obtuvo aproximadamente el 25%).
ARENA, quien gobernó el país desde al año 1989 hasta 2009, y a quien se le acusa de graves casos de corrupción (dos expresidentes han sido encarcelados) y de llevar al país a la situación crítica de pobreza en que se encuentra luego de la firma de los acuerdos de paz en el año 1992, no aumentó su caudal de votos sino que mantuvo prácticamente los mismos números de la última elección.
Pero el gran perdedor fue sin duda el FMLN, quien redujo su votación sustancialmente en comparación con las elecciones anteriores, en un aparente voto de castigo infringido por un sector importante de su voto duro y de sus simpatizantes.
El FMLN, que no ha logrado sacar al país de la grave situación de violencia y de pobreza en sus dos primeros periodos de gobierno (2009 y 2014 hasta la fecha), se enfrascó el año pasado en una furibunda pelea con quien era su carta fuerte para las elecciones presidenciales del próximo año, Nayib Bukele, actual alcalde la ciudad capital, San Salvador.
Este drama novelesco que terminó un rompimiento político le produjo una fuerte pérdida de apoyos (convertidos en votos) al FMLN, dada la enorme popularidad con que cuenta Bukele, hoy por hoy el mejor evaluado de todos los candidatos presidenciales para las próximas elecciones del 2019.
La tarde del domingo, en Toronto, los simpatizantes del FMLN hicieron gala de sus colores y de su compromiso político. Sin embargo, mas allá de los esperanzadores signos externos, de los colores y de los discursos, la incertidumbre apremia.
En El Salvador, la palabra clave tras los resultados electorales pareciera ser renovación, pero esta no necesariamente es una buena palabra para quienes, hoy por hoy, todavía detentan algo de poder.