Por Purificación León
Según datos de Alzheimer’s Association, 5,7 millones de estadounidenses padecen la enfermedad de Alzheimer y se prevé que para 2050 esta cifra aumente hasta casi alcanzar los 14 millones.
El alzhéimer es una enfermedad neurodegenerativa, progresiva e irreversible, que se caracteriza por el deterioro cognitivo y por trastornos de conducta. Es la forma más común de demencia. De hecho, la Organización Mundial de la Salud calcula que representa entre el 60% y el 70% de los casos.
Los especialistas de Alzheimer’s Association comentan que, igual que sucede con el resto de nuestro cuerpo, el cerebro cambia a medida que envejecemos.
“La mayoría de nosotros en algún momento notaremos una capacidad de pensamiento más lenta y problemas ocasionales para recordar ciertas cosas. Sin embargo, la pérdida de memoria grave, la confusión y otros cambios importantes en la forma en la que funciona nuestra mente, puede ser un signo de que las células del cerebro están fallando”, apuntan.
UN COMIENZO DE OLVIDOS.
La Fundación del Cerebro recuerda que el comienzo del alzhéimer suele ser lento y gradual.
Entre los síntomas iniciales destacan: olvidos frecuentes (por ejemplo de nombres o de citas programadas); trastorno del lenguaje con dificultad para encontrar el nombre de las cosas; desorientación en el tiempo y en el espacio; dificultad para reconocer objetos y personas, síntomas depresivos y falta de iniciativa; problemas para distinguir lo correcto de lo incorrecto o dificultad para manejar el dinero y para realizar las tareas domésticas habituales.
Pero, ¿qué ocurre en el cerebro de las personas con alzhéimer para que suceda esto? Juan Fortea, secretario del Grupo de Estudio de Conducta y Demencias de la Sociedad Española de Neurología, lo explica.
“En el cerebro de una persona con alzhéimer se ha producido un acúmulo de proteínas anómalas, en especial de ß-amiloide y Tau. Esto va afectando lentamente a las redes neuronales que sustentan la cognición, principalmente y, de forma temprana, a las redes que sustentan la memoria episódica, de ahí los olvidos, que suelen ser los primeros síntomas que notan los pacientes y las familias”.
Sin embargo, las causas del alzhéimer, es decir, aquellas que hacen que se origine la enfermedad no se conocen completamente.
“La enfermedad de Alzheimer esporádica es una enfermedad compleja en la que se produce una interacción entre una predisposición genética y factores ambientales, como nuestro estilo de vida”, señala el doctor Fortea.
VIRUS, BACTERIAS Y HONGOS.
“Aunque hemos avanzado mucho en la comprensión de la fisiopatología, todavía nos queda mucho que aprender de la interrelación de estos factores. Es incluso posible o probable que no encontremos una única causa, sino que diferentes personas tengan ‘diferentes causas’ que converjan en unas manifestaciones similares”, destaca el neurólogo.
Distintas investigaciones científicas han tratado de arrojar luz sobre el origen del alzhéimer. En este sentido, estudios recientes han hallado ciertos herpesvirus al analizar los cerebros de personas fallecidas que sufrieron la enfermedad de Alzheimer.
Por otra parte, también hay investigaciones que han encontrado bacterias y hongos en los cerebros de los afectados por el alzhéimer.
“Los estudios recientes que relacionaron algunos tipos de herpesvirus con la enfermedad de Alzheimer han recibido mucha atención por el interés fisiopatológico que comportan pero, sobre todo, porque esto abriría posibilidades terapéuticas”, precisa el doctor Fortea.
Sin embargo, el facultativo detalla que también se han encontrado vínculos entre el alzhéimer y otros patógenos. Es el caso de las espiroquetas, un tipo de bacterias de crecimiento muy lento.
En concreto, el doctor Fortea indica que la sífilis ya se relacionó hace más de un siglo con las placas de amiloide y, más recientemente, se ha señalado a las espiroquetas presentes en la enfermedad periodontal.
“Una explicación que integraría los hallazgos sería la posibilidad de que la inflamación crónica pudiese ser una de las vías que condujesen o predispusiesen a la enfermedad de Alzheimer”, subraya el especialista.
UN RETO PARA LA SALUD DE LAS PRÓXIMAS DÉCADAS.
Si estos hallazgos llegaran a confirmarse, se abriría una puerta hacia un futuro tratamiento.
“Dado que las enfermedades infecciosas son tratables, si se demostrase la asociación y la posibilidad de eliminar, tanto el germen como el proceso inflamatorio asociado, podría ser que retrasáramos el inicio de la enfermedad. Sin embargo, me gustaría subrayar que estamos lejos de este punto, pues todavía no hay ensayos clínicos que demuestren esta (atractiva) hipótesis”, manifiesta el neurólogo.
En este punto, es necesario recordar que en la actualidad no hay ningún tratamiento curativo para el alzhéimer. Los tratamientos disponibles están destinados a paliar los síntomas y a tratar de estabilizar la progresión de la enfermedad.
El doctor Fortea señala la importancia de concienciar a la sociedad de que la demencia, y en concreto la enfermedad de Alzheimer, será el principal reto de salud del siglo XXI.
Por lo tanto, “los recursos de investigación y asistenciales han de estar a la altura. Hemos de luchar contra el nihilismo que rodea esta enfermedad e invertir los recursos necesarios”, destaca.
El facultativo comenta que en Estados Unidos han tomado conciencia y los recursos han aumentado exponencialmente. En Europa, en cambio, todavía se va con retraso.
En lo relativo a la investigación, “el principal reto es conseguir desarrollar el fármaco que modifique el curso de la enfermedad, es decir, que retrase su aparición o evolución. Soy optimista a medio plazo, pero puedo asegurar que los sistemas sanitarios no estarían preparados para suministrar a la población un fármaco que pudiese aparecer mañana”, concluye el neurólogo.