Rodrigo Díaz M.
El primer Ministro holandés, Mark Rutte, visitó al Rey el sábado pasado para presentar la dimisión de su coalición cuatripartita y encaminar a Holanda, profundamente dividida, hacia unas elecciones generales este mismo año.
El Rey Guillermo Alejandro regresó de unas vacaciones familiares en Grecia para reunirse con Rutte.
La controvertida cuestión del control de la inmigración, que lleva años preocupando a países de toda Europa, fue el último escollo que derribó el gobierno de Rutte el viernes pasado por la noche, poniendo de manifiesto las profundas diferencias ideológicas entre los cuatro partidos que formaban la inestable coalición.
Ahora es probable que domine la campaña para unas elecciones para las que aún faltan meses.
“Somos el partido que puede garantizar una mayoría para restringir significativamente el flujo de solicitantes de asilo”, dijo Geert Wilders, líder de antiinmigración Partido por la Libertad, que apoyó la primera coalición minoritaria de Rutte hace 13 años, pero que también acabó derribándola.
Los partidos de la oposición de izquierdas también quieren que las elecciones aborden problemas que acusan a Rutte de no haber abordado adecuadamente, desde el cambio climático hasta la escasez crónica de vivienda y el futuro del multimillonario sector agrícola del país.
La líder del Partido Socialista, Lilian Marijnissen, declaró a la cadena holandesa NOS que la caída del gobierno de Rutte era “una buena noticia para Holanda”.
“Creo que todo el mundo pensaba que este Gabinete estaba acabado. Han creado más problemas de los que han resuelto”.
A pesar de las divisiones entre los cuatro partidos del gobierno de Rutte, éste seguirá en el poder como administración provisional hasta que se forme una nueva coalición, pero no aprobará nuevas leyes importantes.
“Dados los desafíos de los tiempos, una guerra en este continente, nadie saca provecho de una crisis política”, tuiteó Sigrid Kaag, líder del partido centrista y proeuropeo D66.
Rutte, el primer ministro más longevo de Holanda y veterano constructor de consensos, parecía dispuesto a torpedear su cuarto gobierno de coalición con duras exigencias en las negociaciones sobre cómo reducir el número de inmigrantes que piden asilo en su país.
Rutte negoció durante meses un paquete de medidas para reducir el flujo de nuevos inmigrantes que llegan al país, de casi 18 millones de habitantes. Al parecer, las propuestas incluían la creación de dos clases de asilo: uno temporal para quienes huyen de conflictos y otro permanente para quienes tratan de escapar de la persecución, y la reducción del número de familiares que pueden reunirse con los solicitantes de asilo en Holanda.
La caída del Gobierno se produce pocos meses después de que un nuevo partido populista pro-agricultor, el Movimiento de Ciudadanos Agricultores, conocido por sus siglas holandesas BBB, sorprendiera al ganar las elecciones provinciales. El partido es ya el mayor bloque en el senado holandés y será una seria amenaza para el Partido Popular por la Libertad y la Democracia de Rutte.