Por Stefany Jovel
Dedicamos una cantidad desmesurada de tiempo y una tremenda cantidad de energía, eligiendo entre opciones igualmente atractivas en situaciones cotidianas.
Si estas decisiones mundanas agotan nuestro tiempo y energía, piense en las más grandes que debemos tomar. ¿Qué productos debemos buscar y cuáles debemos eliminar? ¿A quién debo contratar o despedir? ¿Debo iniciar esa conversación difícil?
Estas preguntas son seguidas por un número infinito de otras preguntas; por ejemplo, si voy a tener esa conversación difícil, ¿cuándo debo hacerlo? ¿cómo debo empezar? ¿cuánta información debo compartir? y así sucesivamente . . .
Entonces, ¿cómo podemos manejar las decisiones de todo tipo de manera más eficiente?
Acá compartimos tres métodos que podrían ser muy útiles para su vida diaria.
El primer método consiste en utilizar los hábitos como una forma de reducir la fatiga de las decisiones rutinarias. La idea es que si crea un hábito, por ejemplo: comer siempre ensalada para el almuerzo, entonces evita la decisión por completo y puede ahorrar su energía de toma de decisiones para otras cosas.
Eso funciona para decisiones predecibles y rutinarias. Pero ¿qué pasa con los impredecibles?
El segundo método es usar el pensamiento “si – entonces” para hacer rutinarias las elecciones impredecibles. Por ejemplo, digamos que alguien me interrumpe constantemente y no esta seguro de cómo responder.
La regla “si – entonces” podría ser: si la persona me interrumpe dos veces en una conversación, entonces diré algo.
Estas dos técnicas, los hábitos y el “si – entonces”, pueden ayudar a simplificar muchas elecciones típicas y rutinarias que enfrentamos en nuestras vidas, pero lo que no hemos resuelto son las decisiones estratégicas más grandes que no son habituales y no se pueden predecir.
En un ambiente de negocios, por ejemplo; las empresas se enfrentan a una serie de decisiones únicas y cuyos resultados no se pueden predecir con precisión.
Por ejemplo, cómo responder a una amenaza competitiva, en qué productos invertir más, cómo integrar mejor una adquisición, dónde reducir un presupuesto, cómo organizar las relaciones de informes, etc.
Estos son precisamente los tipos de decisiones que pueden prolongarse durante semanas, meses o incluso años, estancando el progreso de organizaciones enteras. Estas decisiones son imposibles de habituar y no se pueden resolver con reglas tal como “si – entonces”. Lo que es más importante, son decisiones para las que no existe una respuesta clara y correcta.
Los equipos de liderazgo tienden a perseverar en este tipo de decisiones durante mucho tiempo, recopilando más datos, sopesando excesivamente los pros y los contras, solicitando opiniones adicionales, demorando mientras esperan (esperanza) que surja una respuesta clara.
Pero, ¿y si pudiéramos usar el hecho de que no hay una respuesta clara para tomar una decisión más rápida? Que tal usar un temporizador.
Si los temas han sido examinados razonablemente, las opciones son igualmente atractivas y todavía no hay una respuesta clara, entonces admita que no hay un camino correcto claramente identificable.
El tiempo que ahorre al no deliberar sin sentido pagará enormes dividendos en productividad.
Claro, siempre existen objeciones, tales como: “Si le dedico más tiempo, surgirá una respuesta”… Claro, tal vez. Pero, 1) ha desperdiciado un tiempo precioso esperando esa claridad y, 2) la claridad de esa decisión lo seduce a demorarse, de manera contraproducente y con la esperanza infructuosa de claridad, en demasiadas otras decisiones.
Muchas veces solo se trata de tomar decisiones y seguir adelante. Nunca nadie sabe con certeza total si una decisión fue la correcta hasta que puede ver los resultados.