Este 24 de marzo, El Salvador celebra, el 44º. aniversario de la partida de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, un símbolo de valentía, justicia y esperanza para El Salvador y el mundo entero.
Monseñor Romero es recordado no sólo por su incansable defensa de los derechos humanos, sino también por su profunda empatía hacia los más vulnerables y su compromiso inquebrantable con la paz y la igualdad. A pesar de las amenazas y la violencia que enfrentó, nunca vaciló en su lucha por la dignidad y la justicia de su pueblo.
Fue asesinado durante la celebración de una eucaristía en la capilla del hospital Divina Providencia en San Salvador.
El 24 de marzo de 1990 se inició la causa de canonización de monseñor Romero. En 1994 se presentó de modo formal la solicitud para la canonización a su sucesor Arturo Rivera y Damas. A partir de ese proceso, monseñor Romero recibió el título de Siervo de Dios. El 3 de febrero de 2015 fue reconocido por parte de la Iglesia católica como mártir «por odio a la fe», al ser aprobado por el papa Francisco el decreto de martirio correspondiente y promulgado por la Congregación para las Causas de los Santos. Por eso mismo, en consonancia con los procesos debidos según los estipula la misma Iglesia católica, el 23 de mayo de 2015 fue beatificado en la plaza Salvador del Mundo. Poco más de tres años después, el 14 de octubre de 2018 fue canonizado por el papa Francisco en la plaza de San Pedro en Roma.
La Iglesia católica lo venera como santo y algunos de sus fieles se refieren a él como san Romero de América
Su legado perdura en los corazones de aquellos que continúan la lucha por los derechos humanos y la justicia social en todo el mundo. Su mensaje de amor, solidaridad y no violencia sigue siendo una fuente de inspiración y un llamado a la acción para todos nosotros.