Por Alexander Terrazas
Toronto, la ciudad más poblada de Canadá y considerada la capital de la multiculturalidad del mundo, fue atacada de forma deliberada por un individuo a bordo de una furgoneta, causando 10 muertos y 15 heridos. Es la segunda tragedia que enluta a los canadienses en menos de un mes, después del fatal accidente entre un autobús del equipo de hockey junior de los Broncos y un semirremolque, que se cobró la vida de otras 16 personas.
La soleada tarde del lunes 24 de abril, cuando los canadienses disfrutaban de los primeros rayos de sol de la primavera, después de un crudo invierno de cinco meses, alrededor de la 1:30, el presunto autor identificado como Alek Minassian, de 25años, y relacionado con un movimiento misógino, arrolló de manera inmisericorde con una furgoneta a una veintena de peatones en la calle Yonge, ubicado en la zona norte de la ciudad de Toronto. El horrendo incidente, que dejó 10 personas muertas, 8 mujeres y dos varones, dio la vuelta al mundo con la sospecha de que se tratase de un atentado terrorista, similares a los actos registrados en Europa y Oriente Medio.
Sin embargo, ante tan vil y cobarde ataque, la reacción de los ciudadanos, medios de comunicación y autoridades de los diferentes niveles del país, fue admirable. No solo por las muestras de solidaridad con los familiares de las víctimas, con oraciones, velas y palabras de aliento, sino también porque una vez más unieron sus voces de apoyo en las redes sociales con la etiqueta #TorontoStrong (Fuerte Toronto). Pero más allá de estas adhesiones al dolor, lo que realmente es digno de destacar, es el hecho de que los canadienses no hayan culpado a nadie de su tragedia, evitando sembrar pánico y zozobra en una población caracterizada por la tolerancia.
En esa misma línea sensata, el Toronto Star, el diario de mayor circulación en Canadá, en las primeras horas tras el ataque, reflejó con creces ese sentimiento de la mayoría de los canadienses: “la gran mayoría de la gente, aparte de los vergonzantes sospechosos habituales de las redes sociales, no apuntó a nadie ni culpó a nadie”, dice parte de su contenido editorial.
Al día siguiente, 24 horas después del atropellamiento masivo, el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, salió al frente y descartó que el ataque en la furgoneta, fuese un acto terrorista. “La investigación continúa pero es bastante claro que no hay conexión con la seguridad nacional”, dijo en conferencia de prensa Trudeau. Sin embargo, el hecho, nos remontó al 29 de enero de 2017, cuando un atentado se registró en una mezquita de Quebec (Canadá), dejando seis muertos y seis heridos.
En dos dramáticos videos del momento de la detención grabados por transeúntes, se observa cómo la persona identificada ahora como Alek Minassian se sitúa enfrente de la furgoneta de alquiler y apunta al agente de policía Ken Lam, con lo que parece ser un arma. Estas imágenes, sin duda son las dos caras de la tragedia en Yonge. Minassian y Lam son los nombres de los dos protagonistas del atropello masivo, uno como el supuesto autor y el segundo como el agente de policía que lo arrestó sin disparar un solo tiro. Este último ha sido otro hecho heroico que refleja en gran medida la calidad y profesionalismo de la Policía de Toronto, que muchas veces es cuestionada por su trabajo.
Mientras continúan las investigaciones para establecer con claridad las causas por las que el sujeto arremetió contra los transeúntes, es importante que sigamos el ejemplo de prudencia de los canadienses ante tan lamentable tragedia. Desde esta columna editorial, exhortamos a evitar que hechos como éste siembren temor, racismo, discriminación y xenofobia en una ciudad, poblada de en su gran mayoría por inmigrantes de 150 nacionalidades. Que nada, ni nadie nos quite la paz y la armonía que convivimos los ciudadanos americanos, indios, africanos, latinos, asiáticos y europeos, porque lo más grande que tiene la ciudad de Toronto, no es su fuerte economía, ni su vasto territorio, ni su colosal infraestructura, ni su riqueza multicultural. Lo más grande que tiene Toronto y toda Canadá es su gente, usted y nosotros. Por eso hacemos votos para que nada ni nadie nos quite la paz.
Periodista y escritor