Por Gilberto Rogel
TORONTO. “El muerto y el arrimado a los tres días apestan” es una expresión muy popular allá por mi tierra. Ahora, amigo lector, lo invito a que por un minuto piense si esos no hubieran sido tres días sino un poquito más, que le parece algo así como 2,500 días con un huésped incomodo que usted no invitó y quien además no quiere irse y no le gusta las reglas de anfitrión.
Bueno, algo así es la historia que ha acaparado los titulares mundiales en los últimos días luego que el libre-soberano-democrático gobierno de Ecuador -por rara ocasión en la historia del mundo moderno-jurídico global- permitiera que un cuerpo policial con más de una docena de agentes especiales entrara a su embajada en Londres, Inglaterra, para capturar (literalmente arrastrar) al fundador de la organización WikiLeaks, el Australiano Julian Assange.
El caso no es nada sencillo y es acá en donde, como dicen los amigos cubanos, “la cosa se pone buena”. Desde hace más de siete años la inicialmente desconocida sede diplomática del Ecuador en Londres ha estado en la mira mundial después de que Assange se refugiara allí al alegar que era perseguido político y que el gobierno británico buscaba encausarlo y luego entregarlo al gobierno de los Estados Unidos para ser enjuiciado por publicar miles de documentos oficiales sobre atrocidades cometidas por militares en Iraq y Afganistán, los cuales habían sido sustraídos por un oficial militar gringo.
Para muchas personas a nivel mundial, Assange es el paladín de la democracia, el moderno Robin Hood en la lucha de los desvalidos contra el gran imperio, y el ejemplo viviente de la libertad de expresión a su máximo nivel; mientras para otros, es un personaje maquiavélico que usó y abusó de su posición para generar una especie de culto a su persona.
Este culto, sin lugar a duda, ha generado las más variadas expresiones políticas de apoyo y rechazo especialmente en Ecuador, en donde el anterior presidente de tendencia centroizquierdista Rafael Correa le otorgó a Assange la ciudadanía ecuatoriana como una muestra de no “dejarse presionar por fuerzas externas”.
Pero nadie contaba con que el actual presidente, Lenin Moreno, quien fuera segundo de Correa hace apenas unos años atrás, le retiraría la ciudadanía al australiano y con ello se ganaría el esperado beneplácito de los gobiernos gringos y británicos “al hacer lo correcto” como todo un digno patriota. Pero al mismo tiempo ha incrementado el rechazo entre sus connacionales y extranjeros quienes lo tildan de traidor-vendepatria; lamebotas y otras expresiones subidas de tono imposibles de publicar.
Dentro de toda esta maraña política los ecuatorianos han sido testigos de cómo la imagen de Lenín Boltaire Moreno, cuyos padres admiraban al líder de la revolución rusa bolchevique Vladimir Lenin y al filósofo liberal francés Voltaire; discapacitado para caminar luego de recibir varias disparos de bala en un intento de asalto y con fuerte arraigo entre las clases populares, ha caído a niveles abismales.
La información filtrada por fuentes anónimas, que muchos expertos estiman estuvo a cargo del WikiLeaks, la misma organización creada por Assange, ha tenido tanto impacto popular y político en vista que involucra al círculo familiar y a algunos de los colaboradores más cercanos del presidente Moreno en la transferencia de fondos públicos a paraísos fiscales, además que muchos de ellos llevan un estilo vida parecido al de las celebridades del jet set moderno.
Por si esta telaraña no fuera ya complicada, Moreno, al anunciar la decisión de su gobierno, enumeró una lista de supuestas acciones irregulares o “ilegales” cometidas por Assange al interior de la embajada durante los más de 2,500 días de estadía, las que a su juicio justifican la retirada de la ciudadanía.
A criterio del mandatario, Assange se habría entrometido en asuntos de política internacional, además ayudó en la filtración de documentos secretos de algunos países y gobiernos, de igual manera infiltró el sistema de seguridad de la sede diplomática y agredió física y emocionalmente al personal de la embajada. Por todo ello “la paciencia se acabó”, dijo el gobernante, y de esta manera cedió finalmente a las presiones del Tío Donald y sus colaboradores.
Por el momento Assange tiene hasta el próximo 2 de mayo para la primera vista pública aun y cuando parece que los dados están cargados para que sea mandado a los tribunales del Tío Sam y de esta manera se pueda acabar el capítulo entre este huésped incómodo para Ecuador y un presidente que ha cambiado de color más que un camaleón, y cuyo futuro político es más que incierto, a menos que sus nuevos amigotes en Washington le echen una mano y le ayuden a vivir cómodamente en un pent-house en Manhattan, a lo que él no le costaría acostumbrarse.