ANCHORAGE, Alaska — En un gesto cargado de simbolismo y despliegue militar, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, recibió al presidente ruso, Vladimir Putin, con alfombra roja, un desfile aéreo de cazas F‑22 y un bombardero furtivo B‑2, así como un recorrido en la limusina presidencial. Sin embargo, tras tres horas de conversaciones en la base aérea de Elmendorf-Richardson, no se alcanzó ningún acuerdo concreto.
El esperado alto al fuego en Ucrania no se materializó, lo que generó preocupación entre aliados y observadores internacionales. Trump calificó el encuentro como “extremadamente productivo” y aseguró que hubo “progreso”, aunque no presentó detalles ni compromisos verificables. Putin, en cambio, habló durante más de ocho minutos en la conferencia de prensa conjunta, frente a apenas tres minutos de Trump, proyectando una imagen de mayor control narrativo.
El mandatario estadounidense dejó abierta la posibilidad de futuras reuniones, incluso en Moscú, pero sin definir plazos ni objetivos claros. “No hay acuerdo hasta que haya un acuerdo”, resumió.
La falta de avances concretos fue recibida con cautela por Ucrania, países europeos y otros aliados occidentales, que esperaban señales más claras de compromiso por parte de Washington. Para muchos, el encuentro en Alaska pasó de ser un potencial punto de inflexión a un evento principalmente estético, que sirvió más para la proyección internacional de Putin que para resolver el conflicto.
Conclusión
El despliegue diplomático y militar reforzó el simbolismo del encuentro, pero dejó vacíos importantes en materia de resultados tangibles. El mundo sigue sin respuestas claras sobre el rumbo de las negociaciones de paz, mientras la guerra en Ucrania continúa sin un horizonte cercano de resolución.
Pompa y protocolo para Putin, pero sin avances para Trump
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