“La obesidad infantil es uno de los problemas de salud pública más graves del siglo XXI”, subraya la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esta entidad manifiesta que los niños obesos y con sobrepeso tienden a seguir siendo obesos en la edad adulta y tienen más probabilidades de padecer, a edades más tempranas, enfermedades no transmisibles como la diabetes y las patologías cardiovasculares.
“El sobrepeso, la obesidad y las enfermedades conexas son, en gran medida, evistables. Por consiguiente, hay que dar una gran prioridad a la prevención de la obesidad infantil”, destaca. Para la OMS, el objetivo de la lucha contra la epidemia de obesidad infantil consiste en lograr un equilibrio calórico que se mantenga a lo largo de toda la vida.
Para ello, es fundamental afianzar un estilo de vida saludable desde la infancia, en el que
la alimentación juega un papel primordial.
Así, Carlos Casabona, pediatra, autor del libro “Tú eliges lo que comes” y del blog del mismo título, señala que los niños, al igual que el resto de la familia, tienen que tomar alimentos saludables, entre los que deben predominar los de procedencia vegetal sobre los de origen animal.
Respecto a la distribución a lo largo del día, afirma que puede ser “totalmente aleatoria”.
Esto significa que “se puede desayunar una tortilla con una rebanada de pan integral untado con tomate o cenar fruta y un vaso de leche, por poner un ejemplo”, aclara.
Del mismo modo, el pediatra desmiente la creencia extendida de que los niños deben hacer necesariamente cinco comidas al día. “No hay establecido ningún número de comidas en los estudios más serios. Lo importante no es el número, sino la calidad y cantidad de comida que se le ofrece al niño”, asegura.
“Vamos a imaginar que un niño se levanta sin ganas de desayunar y los padres le animan e insisten con un bol de cereales azucarados con chocolate porque el niño ‘sólo’ hace tres comidas al día y consideran que le faltan dos para llegar a esa teórica (pero falsa) cifra de cinco diarias. En un caso así, es mucho mejor que no desayune a que lo haga de esa manera insana”, manifiesta.
Asimismo, es habitual que los padres pretendan que el niño coma una cantidad mucho mayor de la que en realidad necesita.
“Es una auténtica constante en nuestra sociedad, fruto de creer que por comer más crecerá más y estará más sano, cuando sabemos que el apetito de los niños debe ser respetado. Sólo el niño sabe cuánto debe comer, como cualquier otro ser vivo. Por otra parte, la talla de un niño está mucho más determinada por la genética que por la alimentación, salvo casos extremos de enfermedades crónicas y graves”, detalla.
De igual manera, los especialistas de la Asociación Española de Pediatría afirman que los padres son los encargados de que los alimentos sean variados y nutritivos, pero la cantidad casi siempre la deciden los niños.
“Su papel es ofrecerles una alimentación sana, el apetito lo ponen ellos”, destacan.
Además, explican que esta actitud ayudará a prevenir la obesidad y a conseguir “que toda la familia disfrute con las comidas”.
AGRADABLE Y CORDIAL
“El ambiente a la hora de comer en familia ha de ser agradable y cordial”, afirma Carlos Casabona.
El pediatra señala que esto desaparece en el momento en el que alguien obliga, insiste o alza la voz para que el niño acabe el plato o coma algo que no le gusta.
El experto indica que hay algunas estrategias que suelen funcionar para que comer en
familia sea “un acto verdaderamente saludable”, por ejemplo, que los niños ayuden a elegir los alimentos en el mercado, colaboren en su preparación en casa o pongan la mesa.
“Si son muy pequeños, con respetar su apetito es más que suficiente”, puntualiza.
Casabona insiste en que nunca se debe obligar a los niños a comer un alimento que no les gusta, pues lo único que conseguiremos es que lo odien durante décadas.
“Teniendo en cuenta la gran cantidad de alimentos saludables que tenemos a nuestro alcance en la actualidad, es absurdo. Además, está la cuestión moral de que supone una humillación y una falta de cariño y consideración a su persona”, relata.
El especialista añade que, tanto Carlos González, pediatra que ya hablaba de esto hace 20 años en su libro “Mi niño no me come”, como el dietista-nutricionista Julio Basulto, en su libro “Se me hace bola”, lo han dejado más que claro. Por lo tanto, reitera que es un error obligar a los niños a comer.
Respecto al hábito, en otro tiempo muy común, de castigar o recompensar a los niños con comida, Casabona señala que “afortunadamente ya no se castiga a los niños con comida que aborrezcan pero sí que está a la orden del día premiarles, ante cualquier logro, con comida insana”.
En este sentido, el pediatra aconseja ofrecer a los niños como premio una brocheta de fruta con algunos elementos vistosos y poco frecuentes como el mango o la papaya.
“De esta manera, el niño vería el esfuerzo de sus padres que han pelado la fruta, la han cortado de manera especial y se han entretenido en colocarla de forma atractiva en un palito”, comenta.
Sobre los productos menos recomendables, como refrescos o bollos, el pediatra afirma que las familias suelen expresar en su consulta que sólo les dan a los niños alimentos no saludables “de vez en cuando”.
Pero el especialista advierte de que este “de vez en cuando” suele ser interpretado como una vez a la semana. Es decir, una vez a la semana el batido de chocolate, una vez a la semana la bolsa de patatas fritas, una vez a la semana el paquete de galletas, una vez a la semana la pizza fuera de casa con una bebida azucarada, etc. “Si contamos, nos saldrán siete tomas insanas a la semana”, precisa.
“El único consejo que podemos dar es que sólo debería consumirse alguno de estos productos en ocasiones especiales, de manera festiva. Lo que sucede es que encontramos ocasiones especiales con demasiada frecuencia”, apunta.
Por último, la Asociación Española de Pediatría indica que los padres deben enseñar a comer sano en todas las edades y en distintas situaciones.
“Para ello, el primer paso es dar ejemplo”, indican.
También les recomienda planificar un menú semanal variado, explicar por qué se compra un producto o se guisa de cierta manera y estimular a los niños para que colaboren en la cocina y en la compra. Además de tener la despensa llena de alimentos saludables y vacía de “tentaciones”.
Por Purificación León
EFE/REPORTAJES