Por: Padre Hernán Astudillo
(Publicado en el Periódico El Tiempo, de Cuenca, Ecuador)
Foto: Luis Barillas
Creciste al ritmo del torito pinto, casamiento, tortillas, atol, tu inseparable Claudia, junto a padre Pedro, Rogelio y la fecunda familia. En tus preciosos 109 años, recorriste desde El Salvador, México hasta Toronto.
Cuentan las voces callejeras que en tu casa nunca faltó el pan para el forastero o la cobija para aquel abandonado o refugiado. La nobleza de tu corazón se queda dibujada en los sueños de cientos de salvadoreños, latinoamericanos y canadienses. Tu sonrisa desvela los herméticos miedos de los oportunistas, soberbios e ingratos, mientras Mamá Caya te llamaba desde el rincón que ocupa junto al taita Oscar Romero.
Un luchador ejemplar
El caliente fogón de tu casa, siempre invitaba a saborear la deliciosa tortilla solidaria, empapada de frijolitos y una taza de café. Los pobres eran los privilegiados, mientras parecías un San Martín de Porres porque también habitaban gatos, perros y ratones que saboreaban el delicioso queso duro salvadoreño consumido en su saladísima agua. Recuerdo que madrugabas a colectar botellas o latillas de los recipientes de gaseosas vacías para apoyar a las personas con discapacidad; en algunas ocasiones las dificultades de la naturaleza te acompañaron, como la nieve, la lluvia y el agitado calor.
Después de tus cien años, el tiempo te agotó incansablemente pero a tú ternura nunca le faltó el amor de tus dos heroínas Andrea y Naty, más las inquietas nietas, nietos, bisnietos, bisnietas y tataranietos. Mamá Caya te recomendó para que cuidaras de tus sipotas y de repente, reaccionabas lleno de celos cuando salían a una reunión. Papa José, tus finas miradas, sonrisas inquietas y sentimientos frágiles recorren hoy las emprendedoras acciones de tus descendientes consanguíneos y tu aleada familia llena de pobres.
Caminas en las solitarias calles de LakeShore, en la memoria histórica del pueblo latinoamericano, en la esperanzadora lucha de los tuyos y en el incansable canto de una patria migrante que ha multiplicado el ejemplo de la olla solidaria en varios rincones. Como diría Monseñor Luis Alberto Luna Tobar, en uno de sus testimonios pastorales, “la olla de frijoles con amor crece”.
Papa José, te has convertido en tierra, semilla, arbusto y fruto espiritual de Monseñor Oscar Arnulfo Romero junto a mamá Caya… en la olla solidaria migrante.