Por Horacio Tejera
TORONTO. Es comprensible que, en un contexto multicultural, cuando un colectivo de inmigrantes (el nuestro, por ejemplo) tiene algo para decir, utilice un sujeto casi excluyente: el “nosotros”.
Hablamos de nosotros cuando nos referimos a las dificultades que tienen nuestros jóvenes y adolescentes en el sistema de enseñanza. Hablamos de nosotros cuando hacemos referencia al hecho de que las mujeres cabeza de hogar y las personas mayores de nuestra comunidad están entre los sectores más vulnerables y más desprotegidos de nuestra ciudad. Hablamos de nosotros cuando necesitamos dar cuenta de estereotipos o inequidades que nos afectan negativamente. Hablamos de nosotros cuando tratamos de mantener viva nuestra identidad cultural y lingüística y cuando nos encontramos compartiendo emociones, formas de ser o maneras de expresar la afectividad.
Desde ese nosotros nos hablamos y le hablamos a los demás, desde ese nosotros analizamos lo que nos rodea y tratamos de entenderlo y, paradójicamente, esa comprensible y constante autorreferencia quizás nos impida conocernos debidamente y conocer más la sociedad en la que vivimos.
Por esa razón, el Proyecto Cuéntame se ha planteado hacer un recorrido a lo largo de toda la historia de la inmigración en Canadá, desde las primeras décadas del Siglo XIX hasta hoy. Porque es imposible entender nuestro papel en la sociedad a la que nos hemos sumado sin conocer a las personas que caminaron por este camino antes que nosotros, sin saber las razones que las llevaron a elegir este lugar del mundo como suyo y sin interesarnos por sus historias de éxitos o sufrimientos, de rechazos y bienvenidas, de logros o fracasos individuales y colectivos.
Y por esa razón, Cuéntame se ha propuesto iniciar ese recorrido a partir de la reflexión acerca de qué es ser otro. Cómo se construye la otredad, qué la determina, y de qué modo la inmigración, el transplante de personas desde sus lugares de origen hacia nuevos destinos, implica la constitución de múltiples y diferentes otredades. Otredades que, al mismo tiempo que enriquecen al conjunto social aportando diversidad cultural, pieles y rasgos diferentes o nuevos puntos de vista, ven limitadas sus oportunidades de participación, igualdad y reconocimiento.
Los otros y sus límites
Por lo que sabemos y desde el principio de los tiempos, es muy difícil concebir un “nosotros” que nos unifique y nos identifique sin que simultáneamente surja un “ellos” que contraponer como elemento de contraste… y sin delimitar lo nuestro de lo suyo. Ya sea en sociedades conformadas por pocos individuos, como las de los cazadores recolectores o en la hipercomplejidad de las sociedades modernas “ellos”, los “otros”, tienen características que los diferencian, y en base a esas características -significativas o no-, construimos un entramado simbólico y fantasmal que los estereotipa y hace a un lado.
Ellos son de otro color, huelen de otra manera, no hablan como deberían, comen otras cosas, creen en deidades absurdas, se comportan de modo extraño, son más pobres que nosotros y aspiran a quitarnos lo que no les corresponde, o tienen algo que desearíamos que fuera nuestro. Para que no se mezclen con nosotros (porque en ese tipo de construcción de otredad la mezcla, contamina y debilita) están las limes, las fronteras, las zonas de exclusión, los reformatorios, los campos de concentración, los hospicios o los campamentos de refugiados. Los lugares en los que se cuida que las diferencias no pierdan sentido. Los artefactos desigualdores que nos aseguran, con un murmullo adormecedor, que somos diferentes y en general mejores.
Eso que nos separa del otro puede ser una línea imaginaria delgadísima y virtual o una reglamentación excluyente, una muralla construida por orden de un emperador o un muro imaginado por un insensato, una cordillera o todo un océano.
Pero las fronteras no son absolutas o irreductibles; son porosas. A las barreras que nos separan del otro las atraviesan los invasores, los contrabandistas y los comerciantes, las personas que tienen algo nuevo para compartir con nosotros -como aquel Melquíades que llevaba las maravillas del mundo hacia Macondo-, nuestras familias si están del otro lado o nosotros mismos si deseamos verlos, la gente curiosa, quienes sienten miedo y buscan refugio, quienes desean aprender, quienes pasan hambre y quienes se enamoran de alguien diferente.
Las atraviesan, por mil motivos y de mil maneras, desde siempre y afortunadamente, los y las emigrantes. Esos “otros” entre los cuales nos contamos, y acerca de quienes nos proponemos reflexionar, con más profundidad, en futuras entregas.
Cuéntame es un proyecto de Latin@s en Toronto, financiado por la Provincia de Ontario y apoyado por el Dpto. de Español y Portugués de la Universidad de Toronto, el Hispanic Canadian Heritage Council y Academic Youth Success. Más información en: latinasentoronto.org/cuéntame/