Tristeza, pérdida de interés, fatiga y dificultad para concentrarse. Estos son los síntomas que experimentan algunas personas con la llegada del otoño. Conozca distintas claves para adaptarse a la nueva estación.
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+++ “El trastorno afectivo estacional se asocia con la reducción de las horas de luz solar en otoño e invierno, con factores genéticos y con otros aspectos, como el mes de nacimiento”.
+++“La estación de nacimiento modula la estacionalidad del estado de ánimo en humanos” hallaron que los nacidos en primavera y verano padecían con mayor frecuencia este trastorno.
+++ “Algunas evidencias sugieren que, cuanto más lejos vive alguien del ecuador, más posibilidades tiene de desarrollar el trastorno afectivo estacional”, refleja la Asociación Americana de Psiquiatría.
“La mayoría de la población nota algún efecto debido al cambio de las estaciones. Sin embargo, solo para un tercio de los que lo perciben supone un problema destacable. Estas personas padecen lo que se conoce como trastorno afectivo estacional”, explica María José Collado Mateo, psicóloga e investigadora de la Universidad Complutense de Madrid (España).
“Este efecto se caracteriza por un estado de ánimo más bajo, pero también por una pérdida de interés por las cosas que antes se disfrutaban, una disminución de las actividades sociales, fatiga, dificultades para concentrarse y cambios en el sueño y en el apetito”, señala.
Collado indica también que “el trastorno afectivo estacional se asocia con la reducción de las horas de luz solar en otoño e invierno, con factores genéticos y con otros aspectos, como el mes de nacimiento”.
“Sin embargo, hay otras muchas razones por las que el otoño puede ser una época de especial desánimo para algunas personas, puesto que es cuando acaban las vacaciones para muchas de ellas y vuelven a la rutina y al trabajo. En cambio, en verano tendemos a pasar más tiempo al aire libre, dado que hay más horas de luz, que es más frecuente tener vacaciones y que la temperatura ambiental lo favorece”, detalla Collado.
Según refleja la Asociación Americana de Psiquiatría, el trastorno afectivo estacional se ha relacionado con un desequilibrio bioquímico en el cerebro provocado por la disminución de las horas de luz en invierno.
“La melatonina, una hormona relacionada con el sueño, también se ha asociado con el trastorno afectivo estacional. Dicha hormona, que también tiene relación con la depresión, se produce en niveles más altos en la oscuridad. Así, cuando los días son más cortos y oscuros, se produce más melatonina”, precisa esta entidad.
Los investigadores han demostrado que la luz brillante influye en la química del cerebro, aunque los medios exactos por los que los pacientes se ven afectados no se conocen todavía.
“Algunas evidencias sugieren que cuanto más lejos vive alguien del ecuador, más posibilidades tiene de desarrollar el trastorno afectivo estacional”, matiza esta organización.
EL RELOJ BIOLÓGICO.
En lo relativo a este padecimiento, los ritmos circadianos juegan un papel fundamental. Se trata de ciclos biológicos que tienen una duración cercana a las veinticuatro horas, por ejemplo, la función renal, la concentración plasmática de hormonas como la melatonina, la temperatura corporal o el ciclo sueño-vigilia.
“El reloj biológico adapta los ritmos de nuestro organismo a las condiciones ambientales de luz, temperatura, a los horarios de las comidas y a los del sueño, entre otros. Por lo tanto, el cambio de estación supone que el sistema circadiano debe reajustarse a las nuevas exigencias del entorno, como un ambiente más frío, menos horas de luz diurna y, con frecuencia, unos horarios distintos para comer, levantarse y acostarse”, declara María José Collado.
Un retraso en la fase circadiana implica que, por ejemplo, la segregación de melatonina (la hormona del sueño) se producirá más tarde durante la noche y, por lo tanto, esa persona tenderá a dormirse y despertarse más tarde.
“Si no puede despertarse más tarde debido a sus obligaciones, el sueño tendrá una duración menor de lo deseado y tal privación conllevará una peor calidad de vida, unos mayores niveles de fatiga, desánimo y somnolencia diurna que, en conjunto, disminuirán su bienestar”, aclara Collado.
Si existe un problema importante en este sentido, Collado recomienda buscar ayuda profesional pues, según indica, “el tratamiento terapéutico y la fototerapia son la mejor opción en estos casos”.
Sin embargo, para adaptarse a la nueva estación cuando no hay un trastorno destacable, la psicóloga aconseja “buscar actividades y ocupaciones que resulten agradables, sobre todo si se realizan con otras personas y al aire libre, mantener un estilo de vida activo física y socialmente, llevar una alimentación saludable, dormir lo suficiente y exponerse a la luz diurna. Todo ello ayudará a mejorar el ánimo”, asegura.
Purificación León.
EFE-REPORTAJES