“La dependencia emocional cumple con todos los criterios de cualquier otro tipo de adicción, aunque en este caso el objeto no es a una sustancia sino a una persona”, detallan los especialistas de la Sociedad Española de Patología Dual (SEPD).
Quienes padecen este trastorno experimentan deseo irrefrenable, necesidad de contacto, pérdida de control o modificación de los patrones estables de personalidad.
En este sentido, la SEPD aclara que el trastorno por dependencia emocional es una patología relacionada con una necesidad enfermiza de cuidado y protección en diversos contextos como puede ser el relacional, el familiar, el laboral o el académico. Su resultado es una falta de funcionalidad y autonomía en la persona.
“La dependencia emocional es una necesidad afectiva extrema que una persona siente hacia otra”, señalan los especialistas de Atención e Investigación de Socioadicciones (AIS).
Asimismo indican que, aunque este trastorno se puede dar en relación con los hijos o con los progenitores, entre otras situaciones, en la práctica clínica la dependencia a la pareja es la que genera más demanda.
En este sentido, Jorge Castelló, en el libro “Cómo superar la dependencia emocional”, explica que este síndrome “convierte el amor en un suplicio, transforma algo que tendría que ser muy bonito y debería aportarnos muchísimo en algo que, en muchas ocasiones, es horroroso, que resta amor propio y calidad de vida al dependiente, consumiéndolo poco a poco y atormentándolo”.
Del mismo modo, Rosa Fernández Marcote, miembro de la Sociedad Española de Patología Dual, afirma que la dependencia emocional “distorsiona a la persona que la padece y cambia su comportamiento normal en el entorno laboral, familiar, social y emocional”.
Además, expresa que el dependiente “suele darse cuenta de que tiene una relación perjudicial y reconoce a la persona ‘tóxica’ pero cuando intenta romper el vínculo siente que no puede”.
La psicóloga subraya que en los últimos cinco años el número de diagnósticos de dependencia emocional, su intensidad y complejidad han aumentado notablemente.
Los expertos trabajan con la hipótesis de que el uso de las nuevas tecnologías podría explicar dicho aumento en la intensidad y en el número de casos.
“Antes, cuando se perdía la relación con un amigo o se terminaba un noviazgo, se cumplía un periodo de duelo, sin contacto, que favorecía la reconstrucción de la vida de una manera razonable. Ahora, siempre existe la posibilidad de saber algo de la otra persona, revisar su última conexión a WhatsApp, ‘espiar’ su Facebook o mirar sus fotos de las vacaciones”, apunta la doctora Fernández Marcote.
¿SE PUEDE SUPERAR LA DEPENDENCIA EMOCIONAL?
Existe un tratamiento para superar la dependencia emocional y es similar a los que se utilizan para superar otras adicciones.
De hecho, la experta afirma que se debe seguir el mismo esquema que cualquier otro tipo de deshabituación.
“Por ejemplo, en drogodependencia se funciona con programas de prevención de recaída, manejo de contingencia, alejamiento de la sustancia y recomposición de la vida de la persona de forma independiente en todas las áreas. En dependencia emocional se trabaja de igual forma porque la reestructuración personal y el cambio de hábitos son similares y los resultados son muy satisfactorios”, comenta Fernández Marcote.
No obstante, las nuevas tecnologías están suponiendo una dificultad añadida en la deshabituación de las personas dependientes.
“La posibilidad de contactar a través del móvil, los chats o las redes sociales hace que la dependencia emocional se convierta en algo más impulsivo por la facilidad de contacto con la persona tóxica”, apunta.
Además, señala que muchos de los pacientes en tratamiento “reconocen que tener tantas opciones no ayuda a olvidar a la persona, sino que alimenta la adicción”.
En general, la dependencia emocional es más habitual entre las mujeres. En lo relativo a la edad, los primeros casos que se han registrado en las consultas se sitúan en torno a los 16 años, señala la Sociedad Española de Patología Dual.
Asimismo, los adolescentes utilizan con frecuencia Internet y las redes sociales, algo que suele preocupar a los padres. En este sentido, la doctora Fernández subraya que las redes ofrecen una buena oportunidad para que los chicos ganen habilidades sociales, tomen confianza con su entorno y vayan consolidando su grupo de amigos.
“No es bueno restringir completamente la actividad de los adolescentes en este aspecto, pero tampoco hay que dejarlos del todo a su aire. Si no ponemos ciertos límites a su actividad, no llegaremos a conocer nunca en qué entorno se mueven y quiénes son sus amistades”, afirma.
En palabras de la experta, “muchas veces, el problema no es la posibilidad de contacto con gente tóxica, sino que se toxifican las relaciones con amigos o con la pareja y resulta imposible distanciarse”.
Por Purificación León
EFE-REPORTAJES