POR ISMAEL CALA
@CALA
El pasado 28 de julio de 2024, Venezuela tuvo una nueva elección presidencial, en la que tras 24 años continuos de contiendas, oposición y oficialismo volvieron a reencontrarse en los centros electorales. Tras una larga jornada, finalmente el órgano electoral adjudicó la victoria al candidato y actual presidente, Nicolás Maduro Moros; frente a su par Edmundo González Urrutia.
El primero, de acuerdo a los resultados oficiales por el ente electoral, obtuvo el 51,2% de los votos, frente a un 44,2% de su contrincante, a pesar de las denuncias de irregularidades por parte de los testigos de mesa y la denuncia hecha por la oposición, ya que el conteo de actas dado no coincidía con la información con la que ellos cuentan (y que plantea una relación aproximada de 70/30 a favor del candidato opositor), lo que trajo como consecuencia la salida a la calle de miles de manifestantes, además del llamado de atención de diversos actores internacionales, quienes reclaman que se muestren las actas.
“EGU” representa a un conglomerado de partidos políticos llamado Mesa de la Unidad, liderados por María Corina Machado, la cual pese a haber sido elegida como candidata en unas elecciones primarias, no pudo participar por su inhabilitación política.
La democracia, con sus aciertos y fallos, es el mejor sistema político que hasta ahora se ha creado, sin embargo; es increíble cómo siempre cuelga sobre ella la espada de Damocles, por lo que nosotros como ciudadanos debemos exigir que nuestros políticos cumplan con su rol: protegerla.
De hecho, el Centro Carter, la única organización que permitió el oficialismo como observador internacional desde el punto de vista técnico, acaba de publicar una declaración en la que señala que “la elección presidencial de Venezuela en 2024 no cumplió con los estándares internacionales de integridad electoral y no puede considerarse democrática”.
Como cubano conozco muy de cerca las consecuencias del odio y las armas sobre un país entero, pero además soy seguidor ferviente de las doctrinas de Gandhi por lo que creo en la lucha no violenta y la protesta pacífica como vía del desacato. Esta última, creo que es la opción más viable para un país como Venezuela, que tanto ha padecido en los últimos años.
La violencia nunca será la alternativa ideal de salida, especialmente porque siempre el saldo termina siendo un número de vidas valiosas que se apagan y centenares de familias rotas, mucho más de lo que ya están tras la más grande crisis migratoria que jamás haya vivido nuestro continente.
En estas horas menguadas para el pueblo venezolano, vayan a todos sus habitantes mis palabras de aliento, mis oraciones y todo el amor que les tengo, por haberme recibido desde un primer instante como un hijo más.
Confío en la sabiduría de este pueblo para encontrar una solución pacífica, pero sobre todo; oro porque quienes tienen el poder de detener cualquier locura, tengan la suficiente sensatez para hacerlo.
Hoy más que nunca: calma y cordura.
¡Venezuela, no están solos!
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