Por: Gilberto Rogel
Pero todo parece indicar que para Venezuela esta vía no ha sido la correcta, y lo peor del caso es que todo indica que no funcionará a corto o mediano plazo.
Si no, veamos las noticias diarias y podremos llegar a una simple interpretación: cómo es posible que uno de los privilegiados países Latinos con las mayores reservas de petróleo en todo el mundo sea hoy una de las naciones más pobres y esté sumergida en una crisis política y económica sin precedentes.
Esta crisis tiene muchas causas y muchos actores, unos presentes y otros encubiertos. Uno de estos es el ex-dirigente sindical y ahora presidente de la nación Nicolás Maduro, quien la madre naturaleza no lo dotó con sensibilidad y carisma, únicamente con la bravuconada típica del conocido bully escolar. Sobre sus hombros hoy pesan acusaciones de ordenar violentos actos de represión contra la población civil, como son el casi centenar de jóvenes que han muerto en las protestas callejeras transmitidas al mundo entero por los modernos avances en el social media.
Pero de igual manera al mirar las noticias también se llega a otra encrucijada, ¿será que el chavismo realmente cuenta con el supuesto enorme arraigo popular sembrado y cosechado por el fallecido comandante Hugo Chávez Farías durante sus años de gobierno? Un invaluable capital social aprovechado por un gobierno que en verdad supo escuchar el clamor de los sectores más pobres contra las dirigencias (argollas – roscas como quieran llamarles) de los tradicionales partidos arribistas, vende-patrias y corruptos, quienes se hicieron las barbas y engordaron sus billeteras y la de sus allegados con la millonaria renta petrolera, dejando en el olvido a la población en general, una población que se cansó y elevó al chavismo a niveles de aceptación popular casi nunca vistos en un país Latinoamericano moderno.
Ese pueblo pobre nunca vio las esperadas bendiciones del rebalse económico, y en pocos años comenzó a recibir aunque sea algo que durante décadas les fue negado (seguridad, vivienda digna, salud, alimentación), adicional de poder exponer y denunciar las malas prácticas políticas y obtener respuestas a sus quejas y demandas, condiciones prioritarias de las llamadas democracias occidentales. Una población que hoy parece estar temerosa de un cambio que retrocedería al país 40 años atrás.
El otro elemento de esta ecuación asimétrica es la llamada oposición política, la cual vista desde el exterior parece hacerle el favor al chavismo con una dirigencia- que pese ha haber sido diezmada, perseguida y encarcelada por tribunales claramente sesgados- también no da muestras concretas de cohesión, y donde los protagonismos individuales de los supuestos líderes imposibilitan alcanzar acuerdos concretos.
Todo indica que en Venezuela nadie aprendió las lecciones del pasado, la figura y el fenómeno Chávez, no nació por arte de magia o por milagro divino, simple y llanamente fue el resultado de prácticas políticas muy parecidas a las actuales.
Ahora bien, no se puede negar la existencia de otros factores externos que hacen esta crisis única, como la denunciada injerencia oculta del gobierno del Tío Sam, cuyos personeros desde muchos años atrás vienen jugando roles importantes para desbalancear, bloquear, desprestigiar y vencer al chavismo. Como diría un conocedor de la materia, “al imperio no le gusta que se metan con sus business y van a usar todos los recursos habidos y por haber, y van a esperar el tiempo que sea necesario para cobrar la factura, así que no quepa duda que la crisis en Venezuela seguirá hasta cuando quieran los gringos”.
Un buen amigo venezolano me resumió este panorama de la siguiente manera: “Si Chávez decía ‘vamos a comer m…. todos’, ahí íbamos porque creímos a ojos cerrados en su mensaje; pero con Maduro la cosa es distinta, él no es político, es prepotente, inculto y retrogrado; su único recurso es el uso de la fuerza pública, como lo hacen los gobernantes impopulares cuando se ven acorralados”.
En definitiva, es necesario decir que es injusto que sigan muriendo venezolanos inocentes, al igual que es injusto que la comunidad internacional, en especial nuestro nuevo país Canadá, no haga sus mejores esfuerzos por ayudar a la solución de esta crisis y de esta manera evitar ver más malas noticias, y por el contrario volver a escuchar el tradicional chévere de los amigos del sur.
*Gilberto Rogel es un periodista de origen salvadoreño que reside en Toronto.