Por Alejandro A. Morales
TORONTO. El envejecimiento es el proceso vital y dinámico en el que se va ganando edad con implicaciones multidimensionales, especialmente biológicas, sociológicas y culturales. Desde la perspectiva científica envejecer supone una transformación física y biológica irreversible del organismo, en el que las funciones del cuerpo acusan el paso del tiempo. Desde una perspectiva sociológica y cultural, envejecer supone situarse en un estrato social concreto y desempeñar una serie de funciones y roles dentro de la dinámica social, determinados en su mayoría por las costumbres y creencias de la sociedad.
El concepto de vejez se define, además de por las perspectivas anteriores, por otros puntos de vista. Desde una postura cronológica, el estado de vejez está definido legalmente cuando se supera la línea en la que hay que abandonar el mercado de trabajo, pasando a recibir una serie de beneficios económicos, tales como las pensiones, estatales, privadas (anuales), descuentos (farmacéuticos) y otros menores.
En este sentido, la vejez es una construcción moderna medida en términos de años que surge en las sociedades industriales. Pero a su vez, la vejez es una categoría social construida en base al contexto en el que se desarrollan y habitan las distintas generaciones. Este planteamiento choca con la vejez cronológica debido a que la edad de una persona puede medirse en términos sociales relativos, así como por la capacidad funcional, y no en términos puramente biológicos y legales.
El uso del término viejo/a, asimilado a la vejez, se ha asociado como sinónimo de incapacidad y limitación, por lo que desde las distintas organizaciones y entidades se ha trabajado para desterrar esta terminología. El aumento de la esperanza de vida ha propiciado una reformulación de los ciclos o etapas tradicionales que configuran la vida. Recientemente con el término tercera edad se daba entrada a todo el conjunto de la población mayor de 65-70 años. A raíz del incremento de la esperanza de vida, este término parece quedar obsoleto para todo el conjunto poblacional de referencia.
La Unión Europea, en los años noventa, estableció que se tendría que diferenciar entre tercera y cuarta edad, desde una perspectiva legal y de prestación de servicios sociales. La tercera edad comprendería el intervalo de los 65-80 años, y la cuarta edad referenciaría a las personas mayores de 80 años. Hay que tener en cuenta que dentro de estos dos bloques existen diversos grupos de mayores por lo que hay que aplicar un tratamiento heterogéneo a ambas conceptualizaciones.
Este tratamiento es el mismo que habría que emplear con los términos de personas mayores, mayores o gente mayor. Dado que esta terminología es usada más comúnmente en genérico, se debería, a su vez, matizar los diferentes rangos de edad que existen dentro de la concepción genérica de mayores. Sería recomendable ajustar estos términos concretando para las personas con mayor edad, usando por ejemplo la locución «personas mayores de edades más avanzadas». El término ancianos/as proporciona esta idea de personas con mayor edad.
Asimismo, es un concepto que diferencia entre las personas mayores que han superado el límite de la esperanza de vida y las que no. Sin embargo, el uso de ancianos/as está cargado de connotaciones negativas y de dependencia, a la vez que es uno de los términos más rechazados por las propias personas mayores. Señalar que la Organización Mundial de la Salud (OMS) clasifica a las personas entre 60-74 años como personas de edad; las que se encuentran entre los 75-90 años como ancianas, y las mayores de 90 años como «muy viejas».
La jubilación es el punto de inflexión en la materia que nos ocupa. El concepto de persona jubilada integra la dimensión laboral y hace referencia a aquellas personas que perciben una pensión por el trabajo remunerado realizado. La jubilación comúnmente es el punto clave, el antes y después para la utilización de los términos que se han comentado. Este hecho es el que propicia cierta ambigüedad debido a la asimilación, no del todo correcta, entre persona jubilada y proceso de envejecimiento. Los sinónimos relacionados con la jubilación (inactividad, pasividad, retiro, desvinculación, etc.) tienen un marcado carácter negativo, a la vez que generan un discurso sobre las personas mayores centrado en estereotipos contrarios a la visualización de las personas mayores como agentes activos de la sociedad. Además, no todas las mismas están jubiladas o reciben una pensión, como es el caso de la mayoría de las mujeres mayores.
Las personas mayores no envejecen por igual. La idea de éstas como colectivo es correcta, pero, no así como grupo homogéneo, dado que alimenta la perpetuación de estereotipos y mitos sobre las personas de edad. El proceso de envejecimiento es individual, existiendo diferentes formas de vivirlo y de afrontarlo en función del contexto social en el que se habite, así como de la situación personal y subjetiva. (Fuente: Unión Europea, OMS, Gobierno Español)