Por Alejandro A. Morales
TORONTO. En nuestras conversaciones habidas con vecinos adultos mayores en el vestíbulo de nuestro edificio, las amenazas del cambio climático suelen ser un tema de conversación relativamente frecuente. Cuando nos damos cuenta de que la contaminación del ambiente sigue acelerando el proceso y que talvez hemos llegado a un punto de no retorno, la tristeza se refleja en sus rostros, especialmente aquellos que piensan en sus hijos y, aún más, en sus nietos.
Más de alguno de mis contertulios se atreve a formular una osada pregunta: ¿Y nosotros que estamos haciendo para contribuir a salvar nuestro planeta de esta densa polución que podría iniciar el fin de nuestro planeta? Esto obliga a realizar un rápido análisis de lo que hacemos en nuestro hogar que es el edificio en el cual habitamos y compartimos sus actividades.
Casi todos concluyen que hace ya tiempo hacemos la debida colección de artículos reciclables que tienen un destino separado. Además, todo lo que es orgánico, normalmente lo más frecuente como resultado de nuestros hábitos culinarios, es destinado a su lugar especial. Finalmente, la basura – vale decir, lo que no concurre con los dos grupos anteriores – tiene su propio lugar. Y habría que ver, dicen otros, que nuestra basura ha disminuido notoriamente y en muchas ocasiones disponemos de ella una vez al mes. ¿No es eso progreso? Opinan casi todos.
Surge entonces, como en muchas reuniones, cabildos y conferencias, el que asume el papel del “abogado del diablo”, aquel personaje extraído del derecho canónico desde remotos tiempos y que tenía el papel de atacar las versiones de aquellos que formulaban las existencias de milagros que verificados podían determinar la canonización de un futuro santo.
Es digno de notar, formula dicho abogado descreído, de que nosotros las personas mayores estamos usando mucha más energía de la que debiéramos. Le responden que esto se debe al aumento del calor desde la primavera hasta el otoño ya que debido a nuestra edad nuestra resistencia a las temperaturas extremas disminuye notoriamente. Esto se ha vuelto más común a medida que el planeta se calienta. Cuando se trata de discutir el cambio climático, las personas mayores pueden tener una ventaja: lo han visto ocurrir.
En los nueve estados del noreste de Estados Unidos, por ejemplo, donde las temperaturas promedio de invierno subieron 3.8 grados Fahrenheit entre 1970 y 2000, se han visto menos días cubiertos de nieve y más arbustos floreciendo antes. Y han experimentado veranos más calurosos. En la ciudad de Nueva York, las temperaturas diarias de verano en el aeropuerto de La Guardia han aumentado 0,7 grados por década desde 1970, según el Panel de Cambio Climático de la ciudad.
Los ciudadanos de la tercera edad también contribuyen de alguna manera al cambio climático. Un estudio recién publicado descubrió que el consumo de energía residencial aumenta a medida que aumenta la edad de un residente. Los edificios, y los edificios residenciales en particular, son los mayores consumidores de energía del mundo. En el mismo Estados Unidos, investigadores analizaron recientemente datos federales sobre el uso de energía en el hogar que se recopilaron entre 1987 y 2009, e involucraron a casi 30,000 unidades ocupadas por sus propietarios. Distintos patrones surgieron por edad. El uso fue más bajo entre los adultos jóvenes, que generalmente ocupan hogares más pequeños, dijo Hossein Estiri, demógrafo computacional en la Facultad de Medicina de Harvard.
El consumo aumentó rápidamente entre la cohorte de 30 a 54 años, “el máximo de tener hijos y casas más grandes”, señaló, y luego se estabilizó cuando las personas alcanzaron los 60 años. Pero “después de los 70, sube y sigue subiendo”, dijo el Dr. Estiri.
La tendencia persistió cuando los investigadores controlaron los ingresos y los tipos de vivienda, pero variaron según la geografía. Cuando los investigadores observaron las zonas climáticas, encontraron que “el consumo de energía en las regiones más cálidas se vuelve realmente elevado para el grupo de más edad”.
¿Por qué las personas mayores usan más energía? El estudio no pudo proporcionar explicaciones, pero “podría haber más necesidad de aire acondicionado”, especuló el Dr. Estiri. “O las personas mayores pueden no ser capaces de mantener sus hogares también” para conservar energía. “Quizás sus electrodomésticos son viejos y menos eficientes. Todo esto podría contribuir “.
Volviendo a nuestro grupo y la corriente discusión, algunos consideraron que el riesgo de golpe de calor, que es potencialmente fatal, aumenta porque los adultos mayores pueden ser menos móviles y, por lo tanto, menos capaces de llegar a lugares más fríos en una ola de calor. También pueden estar socialmente aislados y ser menos capaces de buscar ayuda.
¿Qué hacer entonces? Fue la pregunta del momento. Repentinamente, todos comenzaron a dar opiniones. Algunas de ellas las resumí: Continuar con el reciclaje y la recolección de orgánicos. Regular adecuadamente la temperatura en sus habitaciones. Propiciar charlas sobre el asunto y discusiones que arriben a soluciones, aunque su impacto sea moderado. Llevar nuestra preocupación a las agencias sociales y comunitarias. En fin, concluyo, una actitud positiva mueve montañas