Por Alejandro A. Morales
TORONTO. En varios países, quienes representan los organismos públicos, fundaciones y empresas del sector de servicios defienden hoy en día el potencial que tienen las personas mayores de 65 años para participar activamente en el empleo y, en algunas ocasiones, han pedido incentivos para que puedan seguir trabajando después de alcanzar la edad de la jubilación.
Al contrario de lo que algunos piensan, en estos países aseguran que el hecho de que las personas mayores participen en el sector privado no va en detrimento del empleo de los jóvenes, puesto que los trabajos a los cuáles se puede optar después de los 65 años son distintos, por lo que han pedido más facilidades para aquellas “personas que quieran seguir cotizando y aportando al sistema”.
Así ocurre en nuestro país que permite en el caso de la Canada Pension Plan seguir cotizando hasta los 70 años, incrementando la pensión en un 30 por ciento. Además, el retiro obligatorio a los 65 años es materia del pasado.
¿Por qué los 65 años como requisito para el retiro? Tendríamos que históricamente remontarnos a un pasado ya distante cuando en 1881 Otto Von Bismark, un personaje muy conservador como ministro presidente de Prusia, presentó una idea radical al Reichstag (parlamento), que consistía en proveer apoyo financiero gubernamental para la gente mayor de su nación. En otras palabras, lo que hoy universalmente conocemos como pensión o retiro. Esta fue una idea radical porque entonces la mayoría de la gente simplemente no disfrutaba los beneficios de una pensión.
Von Bismark, bajo presión de sus oponentes socialistas, fue conminado a mejorar la calidad de vida de la gente de su país. Es así como pudo argumentar en el Reichstag que “aquellos impedidos de trabajar por avanzada edad o invalidez poseían un sólido argumento para requerir el apoyo del estado”. Tomaría ocho años, pero al final de aquella década, el gobierno alemán estableció un sistema de retiro, que vendría a proveer pensiones a aquellos ciudadanos que alcanzaran los 70 años. Como nota dolorosamente curiosa, las expectativas de vida en la Alemania de entonces apenas sobrepasaban los 60 años.
Existían, sin embargo, desde algún tiempo, las llamadas “pensiones militares” asignadas a los soldados que habían arriesgado sus vidas en las campañas militares que ocurrían con cierta frecuencia, lo que no significaba que dichos beneficiarios tuvieran que dejar de trabajar si se encontraban en situación laboral.
Por otra parte, en los Estados Unidos, a partir de los 1800, ciertos empleados municipales, como bomberos, policías, profesores, en su mayor parte en las grandes ciudades, comenzaron a recibir pensiones “públicas”. En 1875 la American Express Company comenzó a proveer pensiones privadas. Ya a partir de 1920, una variedad de industrias estadounidenses, como los ferrocarriles, los bancos y empresas petroleras, prometían a sus trabajadores algún tipo de apoyo financiero en sus años de vejez.
Volviendo a nuestro milenio, en muchos lugares se han reclamado medidas más flexibles que tengan en cuenta la edad y el tipo de actividad para que los mayores de 65 años tengan la posibilidad de continuar en el mercado de trabajo. Se ha incidido en que el sistema público de pensiones siga siendo un sistema fundamentalmente de pensiones contributivas que se pagan con cargo a los ingresos de la seguridad social. Por otra parte, se ha afirmado que, si bien la esperanza de vida es un indicador de progreso de la sociedad, esta plantea varios retos, entre ellos la implantación de políticas que garanticen el futuro de las pensiones para asegurar la autonomía económica y evitar la exclusión social.
El Departamento de Estadísticas de Canadá (Statistics Canada) ha establecido que, debido a las tasas de fertilidad más bajas, la esperanza de vida más larga y el envejecimiento del grupo demográfico denominado “baby boom”, la proporción de personas mayores en la población ha aumentado. En el Día del Censo en 2016, los canadienses de 65 años y más representaron el 16.9% de la población, frente al 13.0% en 2001.
Muchas personas mayores participan activamente en el trabajo no remunerado, como el cuidado y el voluntariado. Sin embargo, debido a que los canadienses mayores tienden a hacer menos trabajo remunerado, el envejecimiento de la población ejerce presión a la baja en la oferta laboral total. Esto tiene implicaciones para el crecimiento económico y la financiación de los servicios gubernamentales para la población. Parte de esta presión a la baja se ve compensada por una mayor participación en el mercado laboral entre las personas mayores. En mayo de 2016, la tasa de empleo de los canadienses de 65 años y más se situó en el 13,9%. Esta tasa fue del 8,4% en 2001.
Finalmente, es de esperar que las condiciones y requerimientos para la participación en el trabajo de los adultos mayores de 65 años sean mejoradas, para que así aquellas personas mayores puedan continuar su vida laboral, si sus experiencias, salud y energía personal, así lo permitieran. (Fuente: Sara Laskow y Statistics Canada)