Por Alejandro A. Morales
TORONTO. A medida que envejecemos los hábitos y costumbres cambian, así también cambia el comportamiento de la gente en su tercera edad. Es por eso es que debemos prepararnos para la convivencia con nuestras personas mayores. Al convivir con personas mayores debemos estar preparados para acompañarlos e incluso afrontar sus cambios de comportamiento.
El adulto mayor no tiene la culpa de los cambios que se producen en su comportamiento, ya que este último puede ser consciente o inconsciente, voluntario o involuntario, público u oculto, siempre en función del contexto donde ello ocurra. Por tanto, no podemos juzgar a la persona sin un fundamento claro y racional.
Primeramente, debemos que entender que la vejez no es algo tan sencillo y que existen diferentes formas de verla. Se dice que hay tres tipos de edades en el ser humano. Una edad biológica que mide las capacidades funcionales del individuo y sus sistemas vitales, los que limitan o prolongan el ciclo vital. A este tipo es lo que comúnmente llamados “edad”.
A esta primera definición de edad debemos añadir la llamada edad psicológica, la que se relaciona con la adaptabilidad que un sujeto manifiesta ante los distintos eventos que la vida podría depararle. En el lenguaje cotidiano le llamamos “madurez” y es una capacidad que se logra a través de los años con la experiencia acumulada.
El tercer tipo de edad es la llamada ‘’edad social”, que concierne a los roles y hábitos sociales que el sujeto es capaz de asumir en relación con el término medio de su contexto con lo que desempeñan otros miembros del grupo social y lo que pudiera asumir de estos en un momento dado.
El comportamiento de nuestras personas mayores, no obstante, estará de alguna manera condicionado por algunos síntomas, los que en mayor o menor medida le afectarán a medida que pasan los años. Quienes se relacionan con ellos, ya sea como profesionales o parte de sus parentesco o amistades, deberán considerarlos:
Pérdida de la memoria: Posiblemente diferentes grados de pérdida sea el síntoma común de la tercera edad. Se olvida la información recién aprendida, las fechas importantes, se pregunta por lo mismo en reiteradas ocasiones por lo que familiares o cuidadores deben servir al anciano como recordatorio constante de aquello que ha olvidado, manteniendo siempre la paciencia
Dificultad para resolver problemas: También se suele dar una pérdida de las habilidades de planificación y cálculo. Tareas que hasta ahora resultaban sencillas como sumar o restar en el supermercado o seguir una receta de cocina paso a paso pueden convertirse en un auténtico reto.
Dificultad para desempeñar tareas cotidianas: El adulto mayor pierde la capacidad de realizar algunas tareas cotidianas. Quizás olvidó las reglas de aquel juego de cartas o ya no sabe cómo encender el horno.
Desorientación de tiempo y lugar: La desubicación temporal y espacial. El anciano pierde la noción del tiempo y no sabe con certeza en qué día de la semana o estación del año está. Lo mismo sucede con el espacio, olvidándose de donde se encuentran o cómo llegaron hasta ese punto.
Problemas en la vista: En algunos casos la vista también se suele ver afectada. Grandes dificultades para leer, incapacidad para calcular distancias o identificar colores. Es importante identificar estos cambios a tiempo para abandonar ciertos hábitos como la conducción, que podrían resultar peligrosos.
Problemas con el lenguaje: También se pueden desarrollar dificultades en la expresión oral y escrita. Puede ser que el anciano pierda la capacidad de desarrollar un discurso coherente de principio a fin, quedándose en blanco en medio de una conversación o repitiendo constantemente la misma idea.
Extraviar objetos: Otro síntoma recurrente es el de mover las cosas de sitio. Cuando utilizan un objeto olvidan colocarlo de nuevo en su sitio. Así que la próxima vez no lo pueden encontrar.
Perdida del juicio: Su capacidad para razonar o fijarse en las cosas importantes también se suele ver disminuida. En este punto puede suceder que no valoren en absoluto la labor de su cuidador o que se olviden de su aseo personal, por ejemplo.
Cambios de humor y personalidad: Era de esperar que todos estos cambios condujesen a un más que probable cambio de personalidad. El adulto mayor puede encontrarse desorientado, incomprendido, deprimido, aislado, enfadado, pesimista, desagradecido… Esto puede conducir a cambios drásticos de humor que afectarán directamente a su entorno.
Los cuidadores o parientes y amigos deben recordar que su labor dista del mero cuidado físico y deben comprender estos cambios internos de la persona mayor y acompañarla a lo largo del proceso. Por mucho que en ocasiones no se les muestre gratitud o valoración alguna por su parte, recordar que él o ella los necesita más que nunca. Lo anteriormente expuesto ayudará a quienes se relacionen con miembros de la tercera edad a entender su comportamiento.