“Me daba un cuarto … o un centavo, todo lo que tenía”, recordó Acoose, de 63 años, durante una entrevista con los medios del país.
“No creerías todos los dulces que compré”, afirmó la víctima.
A pesar de las dificultades que sufrió, esta mujer logró cambiar su vida y se convirtió en una profesora de trabajo social. Muchos otros que vivieron experiencias similares ya no están vivos para contar la historia.
Hasta el día de hoy, ese mismo ciclo se está repitiendo con alarmante frecuencia en las comunidades indígenas de todo Canadá, según una investigación mediática.
Y con sus insidiosos vínculos con el suicidio, la violencia y los problemas de salud mental, el tema del abuso sexual infantil está a punto de convertirse en un tema clave en la esperada encuesta nacional del próximo año sobre el trágico fenómeno de las mujeres indígenas asesinadas y desaparecidas.
Acoose tenía sólo tres años y vivía en Regina cuando todo empezó. Ella fue abusada por tres tíos separados quienes están ahora todos muertos. Sus recuerdos le han causado dolor y sentimientos de auto-castigo emocional, espiritual y físico, alimentado por el cóctel de drogas y alcohol que utilizó para adormecer su dolor.
“Ese fue mi destino”, dijo. “Es exactamente por eso que me convertí en lo que me convertí, porque crecí amargada y en contra de los hombres”, afirmó la mujer.
De hecho, las experiencias de abuso sexual y físico hacia mujeres y niñas indígenas son tan generalizadas que se espera que dominen la investigación nacional del próximo año, en donde los comisionados examinarán e informarán al público sobre las causas sistémicas de la violencia hacia este sector de la sociedad canadiense.