Por Alejandro A. Morales
TORONTO. Nuestra generación de la tercera edad, el grupo demográfico de mayor crecimiento en la última década comparte hoy sus vidas con otras generaciones. Esto implica ciertas dificultades en compartir nuestro diario vivir con gente del llamado baby boom, cuya avanzada ha llegado paulatinamente a la edad de la jubilación, pero también con los miembros de la generación X y, últimamente, con los llamados millennials. Haremos un esfuerzo en describir las características principales de cada grupo y exploraremos como nos comunicaremos con ellos.
Baby Boomers son los que siguen después de la Generación Silenciosa. Se llama así porque explotó el número de nacimientos al final de la Segunda Guerra Mundial. Son los nacidos a principios de los 1940 hasta principios de los 1960 (1964), sin precisión.
Generación X es como se denomina al grupo de personas que nacieron después de la generación Baby Boomer. Se llama así por la incógnita representada en matemáticas por una “X”. No hay un consenso en el inicio y fin, pero suele incluir a los nacidos a principios de los años 1960 (1964) hasta aquellos nacidos a mediados de los ochenta.
Millennial o Generación Y se denomina al grupo de personas nacidas después de la Generación X. Se llama así refiriéndose al milenio que iniciaba. Aunque no existe una definición concreta, la mayoría de los investigadores suelen establecer el año de inicio entre 1981 y 1984 hasta 1997 o incluso 2000. Existe un grupo que nació entre la Generación X y la Y que se sienten “en medio” con características de ambas, a ellos se les llama Xennials.
La que más llama la atención a nuestra gente de la tercera edad son los millennials, quienes viven con la etiqueta de formar un ejército de gente perezosa, narcisista y consentida; sin embargo, son también críticos, exigentes, reformistas, poco materialistas, comprometidos, digitales y participativos. Pero piensan que la sociedad está en deuda con ellos. Eso se deduce, al menos, de todos los informes y encuestas y consultados manifiestan que “aspiramos a todo lo que han aspirado nuestros padres, pero superándolos. Ellos se conformaban con un trabajo que les diera de comer y nosotros queremos que nos dé de comer y nos guste. Es nuestra mala suerte y nuestra fortuna”.
La revista Time los definió en 2014 como la generación del “yo-yo-yo”. Ellos mismos se ven a sí mismos como una generación perdida en el camino entre dos mundos. Opina una joven millennial en forma gráfica recientemente en un programa de radio: “Somos una generación de transición. Somos la última en muchas cosas y la primera en otras tantas. Estamos entre lo viejo, que no acaba de morir, como el papel, y lo nuevo, que no acaba de nacer. Una generación que compra las entradas de cine en Internet y luego las imprime”.
En esa incertidumbre, “Vivir la vida” es una frase que repiten cuando les preguntas a qué aspiran. Una joven de la misma edad es más contundente: “La generación millennial aspira a vivir la vida, pero porque creo que no tienen ni la menor idea de lo que es la vida”.
Nadie decide el tiempo en el que nace porque nadie decide la época en la que vive. La vida llega con la obligación de vivirla. Nada más. Pero es cierto que los hoy adolescentes y jóvenes acuden al mundo bajo una rutina heladora. La tasa de paro más elevada desde los años treinta, terrorismo, inestabilidad geopolítica, una recesión de una dureza desconocida en décadas (con su rémora de trabajos mal pagados y precarios), ocho años de crisis financiera y la desigualdad como evidencia de la creciente fractura social. ¿Una exageración? Muchos opinan que nunca ha sido fácil para los jóvenes y todo depende, además, en qué país viven.
Los llamados millennials serán más del 70% de la fuerza laboral del mundo desarrollado en 2025. Probablemente habrán empezado a tomar las riendas del futuro de la humanidad. En general son una generación que nació en la prosperidad, con un entorno político, económico y social infinitamente mejor que el de sus padres, pero que cuando llegaron a la mayoría de edad se dieron de bruces con una durísima crisis que truncó las expectativas de muchos de ellos. Son, entonces, el colectivo de los sueños rotos.
Para los adultos mayores, nos guste o no, tendremos que de alguna manera interactuar con algunos de ellos. Es aquí donde no podremos escudarnos en nuestro viejo mundo y saber adaptarnos a su idiosincrasia. En lo positivo “son un grupo interconectado y muy familiarizado con la tecnología que interactúa en medios sociales”, aunque “son una generación búmeran que ha vuelto a casa a vivir con sus padres”. Y no olvida su participación en los movimientos sociales y de indignados en todo el mundo. Fuente: (El País, España).