Por Gilberto Rogel
Llegaron a Latinoamérica y a fuerza de golpes de Estado impusieron presidentes corruptos, adiestraron a militares tipo Pinochets, Noriegas, Somozas, los del Cono Sur, y se empecinaron en dar muchas más lecciones de cómo se debe gobernar y lo que no se debe hacer. Pero ahora la tortilla se está volteando.
La realidad del pueblo estadounidense parece más que la de un típico pueblito sacado de uno de los cuentos del Gabo, en donde el alcalde (dueño de la única dizque farmacia del lugar) hace contubernios con el juez, quien por cierto es compadre del alguacil y primo hermano del cura párroco, en donde por si faltara la secretaria del edil también es su portavoz, guardaespaldas y consultora sentimental (suena conocido). En este típico pueblito todos se conocen y todos saben de los males que los otros padecen, pero nadie los discute porque están a gusto en su llamada “comfort zone”, o, mejor dicho, porque cada uno tiene “la cola pateada”.
Podría sonar descabellado, pero releyendo las noticias diarias pareciese que los Estados Unidos están inmersos en una botella como las que usan los amigos portugueses para elaborar vino, esas grandotas de color verde que poseen un pequeñito cuello que permite salir solo cierta cantidad de líquido. En ese mundo es difícil saber cuál es la real realidad o cuáles son los “alternatives facts” (como lo han acuñado los incondicionales defensores del mandatario gringo). En otras palabras, mentiras disfrazadas, medias verdades o correcciones de mentiras (ojo con el hornito microondas que usted tiene en su cocina, y no se diga del anticuado radio- reloj-despertador en su dormitorio: la CIA, el FBI, la NSA lo están espiando y usted no se ha dado cuenta, jajajjajajajja).
El Presidente Trump, quien se cree estar por encima de cualquier mortal, ha logrado con bastante éxito alcanzar en tan poco tiempo un lugar nada envidiable, ser el personaje mundial favorito para hacer chistes, bromas, mofa. Si no me cree, pregúntele a la comunidad Mejicana quienes están en el terrible dilema de decidir a quién odian más, si a su pusilánime-descolorido-falto de orgullo patrio Presidente Enrique Peña Nieto, o en contraparte al antiinmigrante-ególatra-mentiroso-petulante-misógino “Agent Orange” alias Donald Trump. Tremendo embrollo.
Lo cierto detrás de todo este planteamiento es que cada día al presidente del vecino país del Sur se le ocurre-recoge-copia-inventa cada nueva “ideota” pese a estar claro que está mintiendo, y da motivos suficientes para burlas, aunque su banda de seguidores le crean y defiendan fielmente. Junto a ello es innegable decir que la ola de terror contra los inmigrantes desatada con la llegada de Trump y sus secuaces está generando un real tsunami social y político con claras repercusiones en nuestro propio patio.
Ahora sólo hace falta decirles a nuestros indocumentados compatriotas Latinoamericanos en suelo gringo que recuerden la expresión popular repetida por mucho tiempo en mi tierra: “échele ganas”, que la resistencia tiene su recompensa.
*Gilberto Rogel es un periodista de origen salvadoreño residente en Toronto.