Por Ivet González
LA HABANA. Largas filas de hasta 50 vehículos en las pocas gasolineras abastecidas y cientos de personas esperando por horas en las paradas de buses, comenzaron a afectar desde la segunda semana de septiembre a la población cubana, debido a la escasez de algunos tipos de combustibles.
“Para ir al trabajo y llevar a las niñas a la escuela, estuvimos en cada viaje dos horas y media… muy complicado el tema del transporte”, dijo una profesora y residente en el municipio habanero de Cerro, sobre el tiempo invertido en el recorrido habitual de solo tres paradas de bus, que equivalen a ocho kilómetros de distancia.
Recortes en los servicios de transporte público, suspensión de clases en algunas universidades y de jornadas en centros de trabajo, paralización de industrias no esenciales y el mandato de las autoridades a que los vehículos estatales recogieran a personas en las paradas, figuraron entre las medidas aplicadas por las autoridades.
El déficit energético de la última semana se debió, según dijo el miércoles 11 el presidente, Miguel Díaz-Canel, a que se impide la llegada de tanqueros por el recrudecimiento del gobierno de Donald Trump al embargo económico y financiero que Estados Unidos impone a Cuba desde 1962.
A este bloqueo se suman ahora las sanciones impuestas por Washington al gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela, el principal abastecedor petrolero de este país insular caribeño, lo que dificulta cada vez más a Caracas contratar transporte para su crudo.
Aunque el momento más difícil se concentró en la semana que culminó el 15 de septiembre, según las autoridades, continuarán las medidas de ahorro en lo que queda de septiembre, en especial de diésel, que es el más deficitario, en un país que produce solo 40 por ciento del petróleo requerido y tiene baja la explotación de las fuentes renovables.
La alta vulnerabilidad energética y la urgencia de acelerar los planes de uso de energías limpias en el país, estuvieron entre las soluciones a largo plazo planteadas por especialistas y la ciudadanía en Internet, la cual divulgó a través de fotos y videos en las redes sociales la situación vivida en la capital y otras urbes y pueblos.
En sendos artículos publicados en su blog El estado como tal, el economista Pedro Monreal explicó que se observa una tendencia creciente desde 2012 en la importación de diésel y su uso en la generación de electricidad.
En 2018, fue el principal derivado del petróleo comprado por Cuba en el mercado internacional, con 1.378.000 toneladas.
Entre sus recomendaciones, el especialista avaló que la única medida inmediata a aplicar consiste en los recortes del consumo y medidas de aprovechamiento implementadas por las autoridades cubanas, pero propuso revisar ese y otros problemas estructurales que provocan la vulnerabilidad energética del país.
Con un mensaje por correo electrónico para toda su red, la oenegé Cubasolar, que promueve desde 1994 un mayor uso de las energías renovables y las señala como la alternativa para la soberanía energética de Cuba, indicó que “lo más efectivo e inmediato es el ahorro y el aumento de la eficiencia con medidas organizativas”.
Situaciones como la actual reavivan la urgencia de elevar la participación de las fuentes renovables en la matriz energética de un país donde, ante cada problema energético, su gente teme el regreso de los prolongados apagones y casi cero transportes de los primeros años de la crisis de 1991.
“Es fundamental avanzar en las energías renovables”, dijo el ingeniero Reinaldo de Armas, que preside la cooperativa Amperyos, especializada desde 2014 en realizar estudios, construir y reparar sistemas eléctricos eficientes, y desde hace un año incluye en su misión los abastecidos por fuentes renovables.
“Disfrutamos todo el año del mayor suministrador de energía renovable que es el sol, y si eso lo llevamos hasta los municipios y los hogares, o al menos a altos consumidores como la climatización y el calentamiento de agua, sería muy saludable para la población y el medio ambiente”, sostuvo el presidente de la cooperativa radicada en La Habana.
Por su parte, Yamisel Martínez, que funge como administradora en Amperyos, explicó que mayores avances en fuentes limpias dependen de más inversiones en esas tecnologías.
“Si no tenemos suministros para comprar, la gestión de la cooperativa se ve limitada para prestar el servicio y promover las energías renovables”, indicó.
Debido a la falta de insumos, hasta ahora la cooperativa no ha podido instalar sistemas a base de fuentes renovables, aunque sus diseños y reparaciones más eficientes contribuyen al ahorro de electricidad en hoteles, panaderías, fábricas, laboratorios e instalaciones recreativas, sobre todo de la capital.
El trabajo y perfil de Amperyos resulta representativo del plan estatal, aprobado en 2014, que busca elevar la bajísima participación inicial de 4,6 por ciento de las fuentes renovables de energía en la generación de electricidad a 24 por ciento en 2030.
Pero para ello debe captar 4.000 millones de dólares de fondos externos.