Por Ismael Moreno*
HONDURAS. La caravana es un fenómeno social migratorio que ha desbordado cualquier previsión política e institucional. Es noticia mundial. En todos los medios internacionales, que nunca dicen nada de Honduras, hoy la han puesto en el ojo del huracán noticioso. Es un fenómeno que ha desbordado a las iglesias, a los sectores de la sociedad civil, a las ongs y a los gobiernos.
Es una avalancha que en sus inicios de esta etapa dramática comenzó con unos cuantos centenares de hondureños hasta convertirse en un número incontable, creciente e incontrolable, a la que se responde con sencillos gestos solidarios, generosos y espontáneos por parte de la gente que ve a los migrantes pasar, hasta con las respuestas de más alto nivel militar como lo amenaza la administración Trump, y como lo está haciendo el régimen hondureño al tratar de crear infructuosamente una muralla policial en la frontera entre Honduras y Guatemala.
No es sólo una caravana. Es un fenómeno social liderado por miles de pobladores rurales y urbanos empobrecidos que se manifiesta en amplias y masivas caravanas espontáneas e improvisadas, sin más organización que la que aconseja la sobrevivencia y la manifiesta decisión de avanzar hacia el norte hasta alcanzar territorio estadunidense.
No es la primera vez. El año pasado, 2017, en el mes de abril hubo una caravana de unos 800 centroamericanos, con un 75 por ciento de hondureños. A su vez, existe un movimiento de unos 300 hondureños que diariamente buscan cruzar la frontera de Aguascalientes, entre Honduras y Guatemala, muchos de ellos se van quedando en el camino.
Esta avalancha humana y social explotó como una poderosa bomba expansiva con una noticia de segunda o de tercera importancia justamente en la ciudad de San Pedro Sula, conocida mundialmente como una de las más violentas, y que diversos investigadores y analistas suelen llamarla como la “Ciudad Juárez del Sur”, por su similitud con el boom de las maquilas que en esta ciudad mexicana fronteriza con El Paso, Texas, se promocionó en la década de los setenta del siglo veinte, como respuesta a la pobreza, dejando lo que ya todo mundo conoce como subproductos: un interminable aluvión de migración interna, violencia delincuencial juvenil, el narcotráfico.
¿Cuál fue la noticia? Un grupo de unos 200 hondureños anunciaron que organizaban una caravana para emigrar hacia el norte, saliendo de la terminal de autobuses de San Pedro Sula, en la costa atlántica hondureña, el sábado 13 de octubre.
En el inicio, la caravana identificó el nombre de Bartolo Fuentes, un líder social y político con sede en la ciudad de El Progreso, quien dejó dicho en una entrevista a los medios de comunicación locales, que se uniría por unos días.
Bartolo Fuentes estuvo acompañando como periodista la caravana de abril del año 2017. Siendo además un político del partido LIBRE (Libertad y Refundación), de la oposición, Bartolo Fuentes se convirtió con los días en “chivo expiatorio”. Así lo acusó en rueda de prensa la titular de Relaciones Exteriores mientras se hizo acompañar de la Ministra de Derechos Humanos.
“Bartolo Fuentes es el responsable de la caravana, él organizó e instigó a muchas personas hasta manipularlas y conducirlas en este trayecto peligroso”, al tiempo que hizo un llamado al Ministerio Público para que procediera en contra de la persona a la que el régimen descargó toda la responsabilidad como representante de la oposición política radical de Honduras. Como ocurre con todo, el nombre de Bartolo quedó atrás, y fueron surgiendo otros chivos expiatorios, todavía más poderosos que un líder social y político local y nacional.
Cuando la caravana cruzó la frontera en el puesto de Aguascalientes rumbo a Guatemala, ya sumaban unas cuatro mil personas, las que lograron romper el cerco que la policía tanto de Honduras como de Guatemala había establecido en el puesto fronterizo. Y así fue en aumento en la medida que cruzaba territorio guatemalteco y se acercaba a la frontera mexicana.
El gobierno hondureño acusa a la oposición y a grupos criminales como responsables de las caravanas con propósitos políticos desestabilizadores. A esta acusación se une el gobierno de los Estados Unidos, el cual ha llegado al extremo de acusar al Partido Demócrata de instigar y financiar a grupos políticos y criminales para que los migrantes invadan territorio estadunidense con el fin de desestabilizar al gobierno.
Todas estas acusaciones no tienen asidero real. El fenómeno de las caravanas es la expresión de la desesperación de una población para la cual cada vez resulta más arriesgado vivir en un país que niega empleo, seguridad ciudadana y la orilla a vivir en un permanente estado de rebusca.
La caravana es la explosión de una olla de presión que el gobierno hondureño en asocio con una reducida élite empresarial y transnacionales viene atizando desde hace al menos una década. Un gobierno que abandonó las políticas públicas sociales y las ha sustituido con programas de compensación social, al tiempo que consolida el modelo de desarrollo basado en la inversión en la industria extractiva y en la privatización y concesión de los bienes comunes y servicios públicos.
*Ismael Moreno, SJ / Radio Progreso, Honduras