Rodrigo Díaz M.
La hija menor de la célebre escritora canadiense Alice Munro ha hablado abiertamente de los abusos sexuales cometidos por su padrastro y del profundo dolor que sintió cuando su madre optó por apoyar a su marido en lugar de a su hija.
En un reportaje publicado ayer, Andrea Robin Skinner describe cómo la escritora de cuentos ganadora del Premio Nobel siguió casada con su segundo marido, Gerald Fremlin, incluso después de enterarse de los abusos.
Skinner afirma que decidió contar su historia para que los canadienses pudieran tener una imagen más matizada de la Premio Nobel, venerada como icono literario mucho antes de su muerte en mayo.
“Yo… quería que esta historia, mi historia, formara parte de las historias que la gente cuenta sobre mi madre”, escribió. “No quería ver otra entrevista, biografía o evento que no luchara con la realidad de lo que me había sucedido, y con el hecho de que mi madre, enfrentada a la verdad de lo que había sucedido, eligió quedarse con mi agresor y protegerlo”.
Skinner afirmó que los abusos comenzaron en 1976, cuando tenía nueve años y visitaba a su madre en Ontario durante el verano, ya que pasaba la mayor parte del año en British Columbia con su padre. Escribió que Fremlin se metió en la cama donde ella dormía e inició el contacto sexual mientras Munro estaba fuera de casa.
El último día de su visita, Fremlin empezó a preguntarle detalles sobre su vida sexual y a compartir aspectos de la suya mientras la llevaba al aeropuerto.
Skinner dijo que inicialmente contó lo sucedido a su padre y a su hermanastro, pero ni ella ni su padre informaron a Munro de inmediato y Fremlin continuó exponiéndose a ella y haciéndole proposiciones sexuales hasta que perdió el interés cuando ella llegó a la adolescencia.
Skinner declaró que experimentó “dolor privado” durante muchos años debido al comportamiento depredador de Fremlin, padeciendo bulimia, insomnio y migrañas, y abandonando un programa de desarrollo internacional en la Universidad de Toronto.
A los 20 años, Skinner escribió a Munro una carta en la que detallaba los abusos de Fremlin, pero dijo que no recibió ninguna compasión de su madre.
Munro permaneció con Fremlin hasta que murió en el 2013. Munro dijo que le habían “contado demasiado tarde” lo de los abusos, que le quería demasiado como para dejarle y que no se podía esperar de ella que “negara sus propias necesidades”, escribió Skinner, quien denunció los abusos a la policía en el 2005, y Fremlin acabó declarándose culpable de un cargo de atentado al pudor.
Según Skinner, los abusos que sufrió fueron un secreto a voces en la familia Munro durante años y que durante un tiempo la llevaron a distanciarse de toda su familia.