Por Manuel Manonelles
“Estoy convencido de que la importancia de Groenlandia para los intereses de Estados Unidos crecerá. Gracias a la geografía y los lazos históricos (…), Estados Unidos tiene ventaja cuando compite por la influencia en Groenlandia (aunque los chinos ahora hayan empezado a hacer visitas regulares)”. Esta cita de un cable diplomático de la embajada de Estados Unidos en Copenhague a Washington podría haber sido enviada hace unos meses, justo antes del anuncio repentino del presidente Donald Trump de sus intenciones de “comprar” o “anexionar” Groenlandia de Dinamarca, pero no es el caso.
Este mensaje tiene 17 años, concretamente es del 16 de mayo de 2008. Se trata de uno de los varios cables relacionados con Groenlandia que conocemos gracias a WikiLeaks, porque el interés de Estados Unidos no es nuevo, sino una constante en la política exterior estadounidense desde, como mínimo, hace 150 años.
La primera discusión conocida dentro del gobierno de Estados Unidos sobre la adquisición de Groenlandia se remonta a 1867.
El mismo año en que Estados Unidos compró Alaska al Imperio Ruso por la suma de 7,7 millones de dólares, se efectuaron consultas internas dentro del gobierno federal de Estados Unidos sobre la compra de Groenlandia (y también de Islandia) por unos 5,5 millones de dólares. El Departamento de Estado publicó incluso un informe sobre el tema en 1868. Sin embargo, como sabemos, esta propuesta no prosperó.
En 1910 tuvieron lugar nuevas discusiones de nuevo infructuosas y, repentinamente, otra compra tuvo lugar en 1916. Esta vez, el gobierno de Estados Unidos compró a Dinamarca, por la suma de 25 millones de dólares, no Groenlandia… sino las Indias Occidentales Danesas, en el Caribe, conocidas hoy como las Islas Vírgenes Estadounidenses.
La relevancia de esta adquisición, en el caso de Groenlandia, es sustancial, ya que una de las disposiciones del tratado internacional que selló este acuerdo, conocido como el Tratado de las Indias Occidentales Danesas, especificaba que el gobierno de Estados Unidos “no se opondrá a que el gobierno danés amplíe sus intereses políticos y económicos en toda Groenlandia”.
Y es que en 1916 Dinamarca controlaba gran parte de Groenlandia, pero no toda. Ahora bien, después del acuerdo con Estados Unidos sobre las Indias Occidentales y el consentimiento de Washington, Dinamarca inició una serie de movimientos diplomáticos que le permitieron declarar su soberanía plena sobre todo el territorio de la isla. Solo Noruega cuestionó esta actuación, pero perdió su causa ante la Corte Internacional de Justicia en 1933.
En abril de 1940, la Alemania nazi ocupó Dinamarca y, después de eso, Estados Unidos ocupó Groenlandia para evitar que fuera tomada por Alemania, o eventualmente por Canadá, o incluso por el Reino Unido.
Una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, en 1945, el gobierno danés esperaba la retirada de las tropas estadounidenses, pero en lugar de eso —y para su sorpresa—, en 1946 recibió una nueva propuesta de compra de Groenlandia por parte de Estados Unidos, en este caso, por la suma de 100 millones de dólares.
Una vez más, no resultó, y todos los esfuerzos diplomáticos de Copenhague por lograr la retirada militar estadounidense también resultaron infructuosos.
Con la creación de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) —y con Dinamarca como uno de sus miembros fundadores— y el auge de la Guerra Fría, Copenhague cambió su política, aceptó el statu quo y firmó un acuerdo con Estados Unidos, en 1951, que permitía a los estadounidenses continuar con sus intensas actividades militares y de defensa en Groenlandia.