En su ingreso se escuchan voces de feligreses con acento mexicano, colombiano, ecuatoriano, paraguayo, chileno, peruano, boliviano, salvadoreño, argentino, dominicano y español.
Por Alexander Terrazas
El olor a comida es inevitable y para nadie es indiferente la música que suena en los alrededores de la iglesia. Es domingo, día de fe y devoción al Señor. El sol brilla, pero por momentos se esconde detrás de las nubes que amenazan con descargar sus aguas; sin embargo, la inestabilidad del tiempo no es ningún obstáculo para que los fieles de la ‘Mamita de Guadalupe’ lleguen como en una peregrinación, no solo atraídos por las bondades milagrosas de la Virgen, sino también por el variado menú de la gran ‘Feria Guadalupana’.
El evento ferial se desarrolla en el parqueo del templo, donde cada país participante ha instalado una carpa blanca que se distingue una de otra por el color de su bandera y sus comidas típicas. De una ventanilla especial los comensales compran sus tickets de color amarillo, cada uno a un dólar y luego lo canjean por sus platillos favoritos, entre ellos, asado argentino, tacos mexicanos, pupusas salvadoreñas, hornado ecuatoriano, bandeja paisa colombiana, paella valenciana, pernil de cerco paraguayo y el arroz pinto con carne y ensalada dominicana, entre otros. El variado menú latino está acompañado de la gastronomía de Filipinas, que fue el país invitado. Por otro lado, la infancia misionera y el grupo de jóvenes de la Iglesia venden sodas, refrescos y golosinas; además, algunos vendedores aprovechan la ocasión para ofrecer sus productos y servicios.
El parqueo quedó pequeño por la gran cantidad de gente que se dio cita. Literalmente no había donde poner un pie, todos los asientos fueron copados y la gente se dio modos para comer hasta en el piso. En medio de la multitud, una voz con acento mexicano, susurró: “Esta feria es impresionante. Está muy padre!”. Su comentario fue claro y certero porque en los rostros de las personas se notaba una expresión de alegría y un sentimiento de estar en su propio país. Vestido de una camisa clerical negra, el párroco de la Iglesia Ricardo Quiñonez, que encabeza la organización del evento, camina de un lado para otro atendiendo los requerimientos de los feligreses. Cuando lo abordo confiesa que la Feria Guadalupana nació hace 20 años con el fin de recaudar fondos para pagar la deuda del terreno de la parroquia, pero que en la actualidad tiene el propósito de congregar a toda la comunidad latina en torno a la misma fe y tradición.
Si bien la deuda se pagó hace un par de años, el padre Ricardo, dice que siempre hay que pagar los costos del mantenimiento de la templo.
En un ambiente de fiesta, los feligreses no solamente saborearon la exquisitez de las comidas, también disfrutaron de la música folklórica, rifas y concursos, los niños con el payaso “kokoita”. Y al final, los adultos bailaron con el toque musical de las orquestas y del mariachi ‘Viva México’, que hicieron de la Feria Guadalupana una verdadera fiesta latina.