Rodrigo Díaz M.
Una bomba sacudió el domingo pasado una importante avenida peatonal en el corazón de Estambul, matando a seis personas, hiriendo a varias docenas y haciendo que la gente huyera de la ardiente explosión. Esta semana se han capturado a un total de 46 sospechosos, incluida la persona que plantó la bomba.
Los vehículos de emergencia se apresuraron a llegar al lugar de los hechos en la avenida Istiklal, una popular vía repleta de tiendas y restaurantes que conduce a la emblemática plaza Taksim. En un vídeo publicado en Internet, se podía oír un fuerte estallido y ver un destello mientras los peatones se daban la vuelta y salían corriendo.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, calificó la explosión de “ataque traicionero” y dijo que sus autores serían castigados.
No dijo quién estaba detrás del ataque, pero dijo que tenía “olor a terror”, sin ofrecer detalles y añadiendo también que aún no era seguro. El presidente dijo que la policía y la oficina del gobernador estaban llevando a cabo investigaciones, incluyendo la revisión de las imágenes de la zona.
Erdogan dijo que seis personas habían muerto. El vicepresidente Fuat Oktay actualizó más tarde el número de heridos a 81, con dos en estado grave, y también dijo que parecía ser un ataque terrorista.
Numerosos gobiernos extranjeros ofrecieron sus condolencias, incluida la vecina Grecia, con la que las relaciones son tensas. El primer ministro Kyriakos Mitsotakis dijo estar “conmocionado y triste por la noticia del atentado atroz”.
Turquía sufrió una serie de atentados entre 2015 y 2017 que dejaron más de 500 civiles y personal de seguridad muertos. Algunos de los atentados fueron perpetrados por el grupo Estado Islámico, mientras que otros fueron ejecutados por militantes kurdos que han liderado una insurgencia de décadas contra el Estado turco para lograr una mayor autonomía o la independencia.
Turquía lleva años luchando contra los militantes, conocidos como el PKK y considerados una organización terrorista por Turquía, Estados Unidos y la Unión Europea.
Tras la serie de atentados, Turquía lanzó operaciones militares transfronterizas en Siria y el norte de Irak contra los militantes kurdos, al tiempo que reprimía a políticos, periodistas y activistas kurdos en su país mediante amplias leyes antiterroristas que, según los críticos, son una forma de silenciar la disidencia.
El organismo de control de los medios de comunicación de Turquía impuso restricciones temporales a la información sobre la explosión del domingo, una medida que prohíbe el uso de vídeos y fotos en primer plano de la explosión y sus consecuencias. El Consejo Supremo de Radio y Televisión ha impuesto prohibiciones similares en el pasado, tras atentados y accidentes.
No se han dado detalles acerca de los sospechosos capturados por la policía de Estambul.