Rodrigo Díaz M.
Víctor Manuel Rocha, de 73 años, fue acusado de pasar información en secreto al gobierno comunista cubano desde 1981, mientras trabajaba para el Departamento de Estado estadounidense. Luego, cambió su declaración inicial de inocencia ante un tribunal de Miami.
Su sentencia se conocerá el 12 de abril. Con esta decisión, uno de los casos de espionaje más sonados entre Cuba y Estados Unidos llega a una conclusión inesperadamente rápida.
Suponía el jueves solo se iba a tratar asuntos afines al manejo de documentos clasificados relacionados con el caso. Pero en lugar de ello, el Sr. Rocha, sus abogados y los fiscales reconocieron que se había llegado a un acuerdo.
Cuando la juez Beth Bloom le preguntó si deseaba cambiar su declaración a culpable, él respondió: “Señoría, estoy de acuerdo”.
Se le acusa de violar la Ley de Registro de Agentes Extranjeros al actuar como agente extranjero, de fraude electrónico y de hacer declaraciones falsas para obtener un pasaporte estadounidense.
Las pruebas recogidas por los investigadores incluyen grabaciones encubiertas en las que Rocha admite haber trabajado para Cuba durante décadas, elogia al difunto líder cubano Fidel Castro como “comandante” y califica a Estados Unidos de “enemigo”.
Tanto él como su equipo jurídico parecen haber llegado ahora a una conclusión similar, calculando que declararse culpable era su opción más sensata.
En efecto, Rocha debe ahora aceptar la acusación del gobierno de Estados Unidos de que pasó casi toda su carrera profesional trabajando para la Revolución Cubana en puestos de avanzada de Estados Unidos en La Habana y Buenos Aires, al tiempo que ascendía en el servicio diplomático estadounidense.
Todavía no se ha hablado en el tribunal de la condena del Sr. Rocha ni de si aceptó un acuerdo de culpabilidad a cambio de su cooperación.
Estados Unidos y Cuba mantienen una tensa relación desde que Fidel Castro derrocó al gobierno estadounidense hace más de 60 años.
Estados Unidos impuso un embargo comercial a Cuba en la década de 1960. El expresidente Barack Obama y el expresidente cubano Raúl Castro tomaron medidas para normalizar las relaciones en el 2015, aunque el expresidente estadounidense Donald Trump revirtió posteriormente muchas de estas acciones.